El Prado y yo, la tarde y el museo,
esperaremos con el alma en vilo
donde Velásquez sueña y, a su asilo,
los pájaros de otoño y mi deseo.
Contará el corazón cada gorjeo
y el agua que en las fuentes, hilo a hilo,
desmadeja un Neptuno en paz, tranquilo
tenedor de esperanza en el paseo.