Voy hacia ti, mujer, después de alguna ausencia,
llenos de mis sonrisas y mis palabras suaves.
Me tenderé a la clara sombra de tu presencia,
y te diré otra vez eso que tú ya sabes.
Eso que tu ya sabes, pero que aún no entiendes,
eso que tu ya sabes y nunca entenderás.
Oídos de mujer, en ellos no se prende
más que la voz… Y el viento se lleva lo demás.
Y lo demás es todo: el ansia de entregarse
que hace que, ardientemente, contra el silencio luche,
la palabra de amor que tiembla de escucharse,
y, sobretodo, tiembla de que tú no la escuches.
La palabra de amor en donde el amor cabe,
como el cielo en tus oídos y el sol en tu mirada;
la voz que busca el tono más sereno y más suave
para hablar de ardor de muestra llamarada.
La palabra de amor, lejana e imprecisa
que tu conoces, llena de un pequeño dolor…
Mujer, sobre mis labios ya no tengo sonrisas,
pero aún tengo en mis labios la palabra de amor.