Convergencia

Tirados como leños, la roja corteza arrugada, somos búfalos que se pudren derritiéndose sobre la pradera verde.

Pero también, debido a algo inexplicado, a un inigualable acto de azar, tirados como setas en la hierba, exploramos todos los milenios, huimos de bestias prehistóricas, peleamos todas las guerras, somos millones estirándonos bajo el arco iris de la eternidad, mientras combaten dragón y anhelo en las nubes.

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Drama en tres actos

I

Kornelius, el poeta resfriado,
iba para una fiesta.
Llevaba un sobretodo sobre el brazo
y un sombrero en la testa.
Una camisa blanca y una rosa
en la solapa negra.

II

Y Kornelius el alto
renombrado poeta
al salir a la calle
saludó a su colega
el famoso Francisco de Quevedo Villegas.

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Si alguien llama a tu puerta

Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa
y en tu tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida de armonía.

Si alguien llama a tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa desangra el día

Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía

Si aún la vida es verdad y el verso existe.

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Amara yo el olvido

Felicidad en ruinas
Lo que han visto mis ojos
Volver al tiempo amado
Ya fugitiva música del polvo

(Nada tendrá el amor
Si en jardines o nieve
La Quimera le cuenta
Del valle de la muerte)

Felicidad en ruinas
Lo que ha visto mi alma en el encanto
Amara yo el olvido
Y el reino de las hojas que he encontrado

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Entre árboles

Si eres tú la que busco
ven en la noche de perdidos reflejos,
si eres el cuerpo amado
ven entre árboles, entre canciones.

Aquí te espera un tiempo
desposeído de sus fábulas,
un cuerpo castigado por la vida
y las zarzas de los caminos.

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Joya abolida para el alma

No todo está perdido, piensas,
aguijoneado por el impulso de una redención,
aún es tiempo de que renazca
el árbol sacrificado por el verano.

Así pasas la vida, la fortuna,
imaginando el azul y el mar por ti cantado,
miras la noche que transcurre
sin una blancura, joya abolida para el alma.

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Poema a mi Sobrenada

el sobretodo es mi mejor amigo

bebemos vino de consagrar en los viñedos

y nos emborrachamos,

compartimos el amor con las mujeres.

mi sobretodo es sensual y seductor.

en la cárcel era un colchón

en los prostíbulos era un refugio

con las manos hundidas en los bolsillos

que me salvaba del naufragio de los besos baratos.

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Génesis

Para sobrevivir nos arriesgamos a la memoria, nos entregamos al vacío.

Ya conocimos el ave de rapiña del viento y la serpiente del agua. El silencio jamás volverá a separarnos.

Regresamos al sílex, escuchamos la oración del fuego.

Emprendemos el numinoso sobresalto.

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Restituciones

Pretendo que todo lo perdido se convierta en poema.

Las heridas como los huracanes tienen nombre. Y aunque ignoro por qué a mi alrededor nacen los abismos, desde el origen fui mancillado por la felicidad, por su cima inclemente.

Las invasoras restas del recuerdo.

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A LA MEMORIA DE JOSEFINA

I

De lo que fue un amor, una dulzura
sin par, hecha de ensueño y de alegría,
sólo ha quedado la ceniza fría
que retiene esta pálida envoltura.
La orquídea de fantástica hermosura,
la mariposa en su policromía
rindieron su fragancia y gallardía
al hado que fijó mi desventura.

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LEYENDO A SILVA

Vestía traje suelto de recamado biso
en voluptuosos pliegues de un color indeciso,
y en el diván tendida, de rojo terciopelo,
sus manos, como vivas parásitas de hielo,

sostenían un libro de corte fino y largo,
un libro de poemas delicioso y amargo.

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LOS CAMELLOS

Lo triste es así…

Peter Altenberg

Dos lánguidos camellos, de elásticas cervices,
de verdes ojos claros y piel sedosa y rubia,
los cuellos recogidos, hinchadas las narices,
a grandes pasos miden un arenal de Nubia.

Alzaron la cabeza para orientarse, y luego
el soñoliento avance de sus vellosas piernas
—bajo el rojizo dombo de aquel cénit de fuego—
pararon silenciosos, al pie de las cisternas…

Un lustro apenas cargan bajo el azul magnífico,
y ya sus ojos quema la fiebre del tormento;
tal vez leyeron, sabios, borroso jeroglífico
perdido entre las ruinas de infausto monumento.

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Café Blanche

Creyendo que la mejor cura contra la melancolía

eran esas superficies radiantes y abiertas

fuiste hasta las memorables ruinas

y viste la estatua de basalto

que del cuerpo de Antonio hicieron.

Grecia era el testimonio, bajo esa copiosa

y virulenta luz, de cómo solo lo externo

tiene propia existencia.

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Días de Junio

Una brisa intermitente

alivia los húmedos días de Junio.

El vecindario entra y sale de los cafés

y los turistas abren la boca

ante las maravillas.

Nosotros, los habitantes de este mundo,

recorremos las calles

esperando encontrar,

quizás,

un hombre o una mujer con quienes hablar

de cosa distinta al dinero

o engrosamos las filas

de unos aficionados a las danzas folklóricas.

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El zócalo

Esta mañana he visto una España Imperial

desconocida, no imaginada por Felipe Segundo.

Hernán Cortés supo que fundaba en Tenochtitlán,

la Nueva España, la única heredera

de Isabel y Fernando.

La inmortal y corrupta España vive en México

y el zócalo es su espejo y memoria.

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La patria

No pierdas el tiempo buscando la patria.

El dinero no la requiere y su lengua es usura.

La patria es el habla que heredaste

y las pobres historias que conserva.

Tu abuela, en el zaguán, ciega ya la memoria,

meciendo los años de sufrimiento y desdichas.

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A la muerte de Adonis

En desmayada beldad
De una rosa, sol de flores,
Con crepúsculos de sangre
Se trasmonta oriente joven.

Cortóla un dentoso arado
Que, a no ser de ayal torpe,
Por la púrpura que viste,
Le juzgara marfil noble.

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El mundo por dentro

Siento correr los ríos por mis venas
y crecer las estrellas en mi frente.
Siento que soy el mundo y que la gente
habita mis pulmones y colmenas .

De flores tengo las entrañas llenas
y de peces la sangre, la corriente
que caudalosa y permanentemente
inunda mis canciones y mis penas.

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Esposa patria

No me canso de andar por tus collados,
de recorrer tu cuerpo y tus colinas,
de sembrar en tu tierra desgarrada
por mi pecho de espadas y de espinas.

Centímetro a centímetro te busco,
atravieso tus valles y terrenos,
y no me pueden contener tus manos
ni me sirven tus puertas ni tus frenos.

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Los ataúdes enamorados

Nuestras tumbas, mujer, se darán besos,
nuestros cajones besos y mordiscos,
y no serán sudarios los nuestros sino sábanas
para engendrar trigales
y construir el pecho de los cedros.
Nos volverán a ver sobre la tierra,
a ti llena de polen y de pétalos,
cubierta de azaleas y azahares,
y a mí con un pedazo de primavera roja
entre la boca de madera.

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A SOLAS

¿Quieres que hablemos?… Está bien… empieza:
Habla a mi corazón como otros días…
¡Pero no!… ¿qué dirías?
¿Qué podrías decir a mi tristeza?
No intentes disculparte… ¡todo es vano!
Ya murieron las rosas en el huerto;
el campo verde lo secó el verano,
y mi fe en ti, como mi amor, ha muerto.

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