Canción de la hora feliz

Yo tuve ya un dolor tan íntimo y tan fiero,
de tan cruel dominio y trágica opresión,
que a tientas, en las ráfagas de su huracán postrero,
fui hasta la Muerte… Un alba se hizo en mi corazón.

Bien se que aún me aguardan angustias infinitas
bajo el rigor del tiempo que nevará en mi sien;
que la alegría es lúgubre; que rodarán marchitas
sus rosas en la onda de lúgubre vaivén.

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Canción en la alegría

¡Oh juventud… y el corazón… y Ella,
música en el silencio del palmar!
Brilla en mi cielo temblorosa estrella,
y el corazón, la juventud y Ella
me infunden vago anhelo de cantar.

Junio en sus brazos cálidos madura
de mayo floreal la herencia opima;
y la onda musical de la luz pura
truécase en polvo de oro de la rima.

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Canción innominada

Ala bronca, de noche entenebrida,
rozó mi mente, conmovió mi vida
y en vastos huracanes se rompió.
¡Iba mi esquife azul a la aventura!
¡Compensé mi dolor con mi locura,
y nadie ha sido más feliz que yo!

No tuve amor, y huían las hermosas
delante de mis furias monstruosas.

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Carbunclos

No enflorará tu nombre un verso vano
ni entre lo cotidiano irás perdida.
Un varonil silencio. Un goce arcano.
Y por mi pensamiento soberano
hacer más honda y más sensual tu vida.

Ah, cómo en el amor estás ardida:
se va entreabriendo el alhelí de un beso
en tu boca, de múrice teñida,
y desnuda y nevada
tu carne a mi deleite fue ofrendada.

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Cintia deleitosa

Como una flor arcana, llameando
bajo el turquí del cielo apareció.
Fue su amor mi almohada matutina;
su seno azul, de gota coralina
en el pezón, de noche mi almohada.

Y era esencia tan dulce y regalada
la de su carne en flor, la de su boca
por enjambres de besos habitada,
la de su axila, ¡leche con canela!,
que un ansia de gozarla me extenuó.

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Desamparo de los crepúsculos

Huyo de aquel dolor que me hizo un día
bajo el misterio incógnito del cielo
sangrar el alma silenciosamente…
¿A qué desde las áridas riberas
tender la vista al horizonte? -El claro
beso de luz en la extensión naufraga-
y antes de que la sombra me circuya,
apagaré mi espíritu intranquilo
en el fulgor violeta de la tarde…

Ya sobre el mar en gira tumultuosa
no veré más la convulsión enorme
que templó mi vigor, ni en la propicia
madurez halagüeña de los trigos
espaciaré los moribundos ojos;
ya no he de uncir las manos temblorosas
al tronco de los robles, cual solía
para trepar hasta el follaje ameno,
ni más sobre el fervor de la pradera
repicará la esquila de mis cantos;
no veré más el rayo de la luna
que se quebraba en los azules montes…
¡no veré más los ojos de los niños!

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El espejo

¿Mi nombre? Tengo muchos: canción, locura, anhelo.
¿Mi acción? Vi un ave hender la tarde, hender el cielo…
Busqué su huella y sonreí llorando,
y el tiempo fue mis ímpetus dominando.

¿La síntesis? No se supo: un día fecundaré la era
donde me sembrarán.

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El poema de las dádivas

Era dulce, pequeña, intranquila,
con los bucles de un bronce de gloria,
con la voz infantil e insinuante
y las manos leves, cándidas e inquietas.

Fingían sus ojos rendidos
al mirar, dos profundas violetas;
su menuda presencia exhalaba
un bíblico aroma de mirra y de ungüento,
y toda su carne temblaba
como tiembla un rosal bajo el viento.

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El rastro en la arena

¿Querellas en el viento? ¿Clamor contra la nube
que sube y sube y la deshace un viento?
¿Congojas cuando el lirio del día se extenuó?
¡Si aún vivo yo! Si aún gozo mi lírico momento,
la luz, el aura, el amoroso aliento…

Dos fértiles mancebos de Jonia divagaron
¡remoto día!

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Elegía del marino ilusorio

Pensando estoy… Mi pensamiento tiene
ya el ritmo, ya el color, ya el ardimiento
de un mar que alumbran fuegos ponentinos.
A la borda del buque van danzando,
ebrios del mar, los jóvenes marinos.

Pensando estoy… Yo, cómo ceñiría
la cabeza encrespada y voluptuosa
de un joven, en la playa deleitosa,
cual besa el mar con sus lenguas el día.

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Elegía platónica

Amo a un joven de insólita pureza,
todo de lumbre cándida investido:
la vida en él un nuevo dios empieza,
y ella en él cobra número y sentido.

Él, en su cotidiano movimiento
por ámbitos de bruma y gnomo y hada,
circunscribe las flámulas del viento
y el oro ufano en la espiga enarcada.

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La carne ardiente

En un jardín de aquel país horrendo
hallé a Fantina, de ojos maternales
y desnudeces mórbidas, tejiendo
guirnaldas con las rosas vesperales.

Y cual las agujas túrbidas de un río
que rompe un viento en procelosa huella,
gimió de amor mi corazón sombrío
y suspiró mi mocedad por Ella.

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Lima

Lima es como un lienzo
lleno de colores
que arrulla mis horas
ayunas de amores…

Todas las mañanas nacía de una ojera,
limpiaba las cúpulas con albo pañuelo,
y se dibujaba un poco azulina
sobre el escarlata límpido del cielo.

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Mi vecina Carmen

Esta noche tengo miedo de estar solo… Entre
la sombra,
un fantasma de ultramundo sigue mi paso,
veloz…
Me parece que se acerca, que me palpa, que
me nombra…
Esta noche tengo miedo de estar solo… Entre
la sombra
leves rumores semejan un suspiro y una voz…

Todos en el barrio saben la historia de mi vecina:
¡Ingenua, fragante historia de ardorosa juventud!

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Nocturno

¡Oh!, ¡que gran corazón el corazón del campo
en esta noche azul y pura y reverente,
todo lleno de amor y de piedad sagrada
y fuerza suficiente!

Yo le escucho latir y comprendo mi vida:
me parece tan clara, tan profunda, tan simple,
y tiene como el mar y el monte puro
su raíz en el tiempo sumergida…

Yo le siento latir, y una onda inefable
y cordial y vital me reconforta,
y no pienso que soy un barro deleznable,
y que la brega es dura y corta.

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Nuevas estancias

El aire es tierno, lácteo, da dulzura.
Miro en la luz vernal arder las rosas
y gozo de su efímera ventura…
¡Cuántas no se abrirán, aun más hermosas!

Estos que vi de niños, han trocado
en ardor sus anhelos inocentes,
y se enlazan y ruedan por el prado…
¡Cuántos no se amarán, aun más ardientes!

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Segunda canción sin motivo

Con mi ensueño de brumas, con tu claro rubí,
¡oh tarde!, estoy en ti y estás en mí,
por milagrosa e íntima fusión…
Antes del gran silencio de las estrellas, di:
¿de qué divina mente formamos la ilusión?

¡Por mi ensueño de brumas, por tu claro rubí,
¡oh tarde muda y bella!, gime mi corazón.

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EL CORAZÓN REBOSANTE

El alma traigo ebria de aroma de rosales
y del temblor extraño que dejan los caminos…
A la luz de la luna las vacas maternales
dirigen tras mi sombra sus ojos opalinos.

Pasan con sencillez hacia la cumbre,
rumiando simplemente las hierbas del vallado;
o bien bajo los árboles con clara mansedumbre
se aduermen al arrullo del aire sosegado.

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ELEGÍA DE SEPTIEMBRE

¡Oh sol! ¡Oh mar! ¡Oh monte! ¡Oh humildes
animalitos de los campos! Pongo a todas las cosas
por testigos de esta realidad tremenda: He vivido.

Main

Cordero tranquilo, cordero que paces
tu grama y ajustas tu ser a la eterna armonía:
hundiendo en el lodo las plantas fugaces
huí de mis campos feraces
un día…
Ruiseñor de la selva encantada
que preludias el orto abrileño:
a pesar de la fúnebre muerte, y la sombra, y la nada,
yo tuve el ensueño.

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FUTURO

Decid cuando yo muera… (¡y el día esté lejano!)
soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento,
en el vital deliquio por siempre insaciado,
era la llama al viento…

Vagó, sensual y triste, por las islas de su América;
en un pinar de Honduras vigorizó el aliento;
la tierra mexicana le dio su rebeldía,
su libertad, su fuerza… Y era una llama al viento.

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RETRATO DE UN JOVEN

Pintad un hombre joven… con palabras leales
y puras; con palabras de ensueño y de emoción:
que haya en la estrofa el ritmo de los golpes cordiales
y en la rima el encanto móvil de la ilusión.

Destacad su figura, neta, contra el azul
del cielo, en la mañana florida, sonreída:
que el sol la bañe al sesgo y la deje bruñida,
que destelle en los ojos una luz encendida,
que haga temblar las carnes un ansia contenida
y que el torso, y la frente, y los brazos nervudos,
y el cándido mirar, y la ciega esperanza,
compendien el radiante misterio de la vida…

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SABIDURÍA

Nada a las fuerzas próvidas demando,
pues mi propia virtud he comprendido.
Me basta oír el perennal ruido
que en la concha marina está sonando.

Y un lecho duro y un ensueño blando;
y ante la luz, en vela mi sentido
para advertir la sombra que al olvido
el ser impulsa y no sabemos cuándo…

Fijar las lonas de mi móvil tienda
junto a los calcinados precipicios
de donde un soplo de misterio ascienda;

y al amparo de númenes propicios,
en dilatada soledad tremenda
bruñir mi obra y cultivar mis vicios.

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