De noche

Y la noche se eleva como música en ciernes,
y las estrellas brillan temblando de extinguirse,
y el frío, el claro frío,
el gran frío del mundo,
la poca realidad de cuanto veo y toco,
el poco amor que encuentro,
me mueven a buscarte,
mujer, en cierto bosque de latidos calientes.

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Descanso

Con ternura, con paz, con inocencia,
con una blanda tristeza o el cansancio
que viene a ser un perro fiel que acariciamos,
estoy sentado en mi sillón y soy feliz,
y soy feliz
porque no siento la necesidad de pensar algo preciso.

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Desde lo informe

Un dulce llanto espeso,
una delicia informe,
materia que me envuelve y sofoca magnolias,
suave silencio oscuro,
aliento largo y blando.

Las caricias se espesan
(me derramo por ellas),
y, voy por el jardín secreto murmurando,
y, al tocarte, me asombro de que tengas un cuerpo,
y al lazar la cabeza,
las estrellas me asustan con su dura fijeza.

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Deseada

Deseada, ¡tan suave!,
confín donde resbalo.
¡Oh siempre un poco ausente,
suspendida en la nada!

¿Son tus ojos dulces?
No, que está turbado
tu mirar brillante
de anhelos contrarios.

Yo te amo, te amo, te amo,
todo lleno de alas tempestuosas,
y de garras, de furias,
de dolor, por abrirme.

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Égloga

Rubio, fuerte, manso,
triste sin melancolía
como el mediodía,
lento como la tierra,
toscas las manos que parten
el pan y abarcan el seno
maternal de Ceres,
Menalcas apacienta sus grandes vacas rojas
frente al mar: estupor
de luz en la inmensidad.

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En ti termino

Este objeto de amor no es un objeto puro;
es un objeto bello, y creo que eso basta.
Bellos son sus brazos, sus hombros, sus senos;
bellos son sus ojos (¡y qué bien me mienten!)

Deseable, me engaña, o furtiva, resbala
suave, suavemente, con física dulzura,
o gravita hacia un centro más secreto que el alma;
o duele con un fuego más real que el cariño.

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Fecundación

Y si yo te toco, tú eres lo que eres;
y si no te toco,
tú, tranquila, duermes.

Tú, conmigo, todo;
tú, sin mi, perdida;
tú, mujer conmigo,
nada si no nombro.

Y si yo te toco,
palmera que crece,
sonrisas abiertas
que, meciendo, envuelven.

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Hasta la muerte

En el paisaje oscuro
oigo tu voz, tu voz,
tu larga voz de espesas
caricias resbaladas,
mojadas y olorosas.

La noche me suspende
en un vuelo pausado
e, inmóvil, pone en vilo
lo que el hombre no entiende:
tu voz, tu voz querida
hundiéndome en lo ausente.

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Morir

¡Ay tú, siempre lejana!
(Tu cuerpo poseído
me parece aún intacto.)
¡Ay, tu sonrisa esquiva!
¡Ay, tus palabras vagas!
Todo tan sin sentido
(adorable, imposible!)
que no eres tú, no es nada,
es la nada lo que amo
revestida de luces
que en suave piel resbalan.

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Mujer

Esas nubes amadas se hacen al fin estatua.
Si acaricio, doy forma
y, en el azul, desnuda como una diosa antigua,
estás tú, sólo bella.

Mas si viene la noche,
si una brisa te envuelve dulcemente asfixiante,
vuelves al mar confuso donde tomaste origen,
ola fresca y sonora que rompe alegremente,
toda alzada, y luego
ancha y derramada
como una madre llega ya al fin de las palabras,
sonríe piadosa.

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Ni más ni menos

Son tus pechos pequeños,
son tus ojos confusos,
lo que no tiene nombre
y no comprendo, adoro.

Son tus muslos largos
y es tu cabello corto;
lo que siempre me escapa
y no comprendo, adoro.

Tu cintura, tu risa,
tus equívocos locos,
tu mirada que burla
y no comprendo, adoro.

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Ninfa

Se detiene en el borde del abismo y escucha,
viniendo desde el fondo, rampante, dulce, densa,
una serpiente alada, una música vaga.

Escapa por la suave pereza de su carne
que en el fondo era fango,
era ya tibia, y lenta, y latente, y sin forma;
era como el dios de gran barba dormido
junto al río en la siesta,
junto a ella en la noche
carnal y sofocada de junio con olores.

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Penúltimas palabras

Mientras las estrellas brillan temblorosas,
te diré una palabra sencilla y antigua,
palabra siempre dicha, pero nunca entendida,
palabra que tan sólo de tú a tú comprendemos:
Te amo.

La noche vasta ensancha tu dulce presencia.
Secretamente te hablo retorciendo mi angustia.

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Perdido de amor

La fatiga, la inmensa
fatiga de los días repetidos.
(Toda alegría supone
algo de heroísmo.)

Admirable enemiga,
de ti nazco sufriendo.
(Arder: Así me miento
un alma iluminada.)

Y vivo de la muerte
que me das sonriendo,
y muero en la dulzura
de tu vago silencio.

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Porque sí

Pececito esquivo,
caballito que monto,
delicia que no nombro,
y quiero, quiero, quiero.

Cuando te beso, acierto;
cuando te toco, creo;
si te acaricio mido
mi infinito deseo.

Mas te prolongas lejos;
eres más, eres lo otro,
lo que nunca apreso
aunque te toco y beso.

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¿Quién eres?

Con cambiarte de traje, te cambio también de alma.
( No adivinas mi angustia. No sé casi quién eres. )

Si te revuelvo el pelo tú ríes locamente
mientras a mí me duele sentirte tan informe.

Tanto puedo variarte que no sé ya que quiero.

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Tau-l

La bonita mentira de cada día
no engaña a nadie, pero ayuda a vivir, y exalta.
No pido más.

Amanece inundando.
Los pájaros cantores
cierran los circuitos eléctricos del día.
¡Es la belleza, es la vida!

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Un día entre nosotros

Yo me siento. Tú te sientes. Nos sentimos,
estamos juntos. Somos
terriblemente dichosos,
como el cielo siempre azul, como el espanto,
como la luz que es la luz,
como el espacio.

Si ahora me preguntaran por qué estoy tan contento,
diría: «Porque soy.»
Y al decirme sería un poco menos.

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Venus

En la alcoba sombría,
entre fríos basaltos,
el vientre monumental y luminoso
de una estatua de mármol.

La lluvia adormecía los secretos
y pulsaba tensas cuerdas
en el arpa del silencio,
mientras un ángel, envuelto
en un nimbo deslumbrante de misterio,
acariciaba con un gesto indiferente
los senos de las diosas.

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El amor lejano

INMÓVILES os abandoné
De cara a la desafiante luz de entonces.
Si vuelvo
Sin voz miráis
En el fondo cada vez más lejano
De aquello que envié en mi busca?
Que conmigo partió a la deriva.
Si vuelvo
La vista atrás
Una enamorada constelación me aleja
De las palabras.

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Elegía marina

Imperceptible, un sol
Declina por las ramas de la costa
Hasta las ondas de poniente
Que agitan los insectos.

Aquí reposa el cuerpo en la húmeda
Tierra de la memoria.

Un grito hubiera roto la distancia.

El único retorno
Murmura en lo más alto de la densa arboleda
De eucaliptos bajo el cielo cubierto.

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