Fragmento V /3 de La marcha de 150.000.000

el Canal se extiende, en su parte principal,
desde la presa del Pinjab, a
lo largo de novecientos quilómetros llegan,
hasta donde desembocan Beas y Sutlej,
áridas, las matanzas negras del olivo, tú nunca llegaste,
amor, hasta las fiestas, fueron
silbo y desolación del hombre en los pastizales lentos de su boca,
a lo largo del acoso de su boca,
—…y todas estes redes infinitas…—?

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Fragmento VIII /2 de La marcha de 150.000.000

Esta es la comarca
donde dieron tu cuerpo a la llanura
donde tú, tus caderas
erais agua y volteo de matanzas, mano
meciendo el hambre, tú loca canción.
Dame un nombre con el que acusarte
ahora en que te tiemblo ante la tumba:
ésta, la comarca
–tu furia tierna en los delirios,
mientras mojamos tres dedos en la cruz,
flor para el caído
y puerta abierta en el lamento y los disparos.

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Hola de conquistas

a Diana Bellessi y Eliana Ortega

las mujeres enfermas que jugaron con burros
las que cavaron tumbas en las palmas de un trueno
las sólo voz dormidas en los centros solares
las hambrientas de todo
las preñadas con todo
las hijas del golpe y de los sueños mojados
las que fijan continentes que dejaron atrás
las niñas con pimienta en sus quince traiciones
las de pan-a-diez-céntimos sin cafetería
las del turno de visita con oficios de muerte
las madres eternas de los locutorios
las arrasadas, las caratapiadas, las comepromesas
las terribles solitas en las salas de baile
las clandestinadas pariendo futuros
las oficinistas que ahogaron sus príncipes
las acorraladas
las desamparadas, las sepultureras
las del polvo sobreimpuesto y el trago a deshora
las poquito conquistadas
las niñitas vestidas con mortajas azules
las que cosen el mundo por no reventarlo
las mujeres con uñas como mapas creciendo
las hembras cabello-de-lápida
(todavía más grandes que su propio despojo)
las corresquinadas, las titiriteras,
las que tierra se trajeron atada a los bolsillos
las nunca regresadas
las nunca visibles
las del nunca es tarde
las del vis-a-vis sin un plazo de espera
las reinas en los parques y en los sumideros

todas ellas las mujeres que me llegan con todos sus cansancios,
todas, en sigilo: las amantes

y mis camaradas.

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Amor de cada instante

Amor de cada instante…
duro amor sin delicias: cadena, cruz, cilicio,
gloria ausente, esperada,
gozo y tortura a un tiempo;
realidad de los siglos, gracias por ser y estar
en el nunca y el siempre.

Pues mi ejercicio, ahora, es amarte en la ausencia
y aferrarme a esta nada porque también es tuya
y beber ese polvo de soledad y vacío
que es Tu don del momento y Tu clara promesa.

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Cuando llegue la noche

Cuando venga la noche
quiero habértelo dicho;
quiero haberlo gritado
a través de la tierra.
Hay cosas que no pueden
callarse para siempre
y júbilos secretos
que deshacen un día
los más íntimos nudos.

Cuando venga la noche
quiero haberlo cantado
para que todos sepan
y todos me pregunten.

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Primavera

¡Toda la primavera dormía entre tus manos!
Iniciaste en un gesto la fiesta de las rosas
y erguiste, enajenada,
esa flecha de luz que impregna los caminos.
¡Toda la primavera!
Fervores del instante transido de capullos,
gracia tímida y leve del perfume sin rastro,
caricias que despiertan el sexo de las horas.

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Cantiga de Miragre

Todos los amaneceres durante siete años, un dulce espectro tomaba
mi forma, mi cadencia y ocupaba el puesto mío, la labor junto al
torno.
Corría yo, con risa, hacia el hortelano y el amarillo crecer de los
guisantes.
Y nunca discerní, entre niebla, dónde era que, en verdad, me sus-
tituye.

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Dies Iræ

El pueblo entero se congregó en su agonía. La vida la pasó guar-
dando secreto muy oscuro.
Sus labios se veían difíciles, hermosos para tomar agua.
No vas a tener otra heredad que la que con tu peso, desalojes.
Pronuncia lo que ocultas.

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Con el agua hasta el cuello

Con el agua hasta el cuello
levantarse
en el agua flotaban los restos de la cena

contener un minuto
el aliento
bajar hasta el cajón

allí duermen las tazas
un sueño blanco y cóncavo

saborear despacio el desayuno

lo ha conseguido
¡qué importa si no tienen compasión las palomas
que picotean sobre el plato!

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Cuánto sufre el amor

¡Cuánto sufre el amor
en los rincones!
hay días que se oculta
igual que un perro enfermo

duerme como
un reptil
sobre el mosaico

aquel amor murmullo
que nos guiaba cierto
entre la bruma

el mismo amor que se acurruca ahora
desorientado
sobre este desaliño de hojas secas

al que acaricias
su pálido pelaje
para eso
para que no se muera
así de solo

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Ellas sí que te esperan

Ellas sí que te esperan
ellas sí que regresan si las dejas volar

con tensa mansedumbre
van diciendo sus nombres

Cobijo
Lentitud
Vaivén
Entrega

Sometida Indeleble Guiadora

los pronuncian con miedo
-alguien ha maltratado
su humilde voz desnuda-

por eso les perdonas que callen tantas veces
que ninguna te diga cómo entraron en ti
por qué hueco insondable se abrió tu corazón

cómo burlan tu asedio
las cautivas
cuando husmeas a oscuras en sus nidos

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En la hora desnuda

En la hora desnuda
sólo eso
un segundo de luz y paraíso

de aquellos que la amaron
sabe los rostros mudos y su temblor de ala
todos
juntos
abran el cofre y vea ella
esos diamantes escondidos

libres
al fin del cepo las palabras
que mansamente caigan esos copos
de nieve

sin red
en un segundo blanco
sobre el regazo de su mirada cobijados
de par en par
las dos puertas abiertas
sólo
un paso

decir adiós así

que el saco no se cierre
sin librarle a la voz de sus cadenas

tacto
y aire

encuentre allí esa voz
sus zapatos perdidos

al fin cerrado el círculo del mundo

en la hora desnuda
sólo
eso
un segundo de luz
y paraíso

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Labor atenta de hilo solo

Labor atenta de hilo solo
-sigues tejiendo tu tapiz indócil-

ese que no se ve
ni engaña su hermosura
a los reyes sedientos

una puntada aquí
en el quicio oscilante
donde ayer escondías los más frescos racimos

¿qué será de tus manos
que palpan los tesoros
en los pliegues?

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Nadie ha vertido

Nadie ha vertido
sobre su alfombra
las tinajas
ni golpea en su noche
los barrotes del sueño

—ella intenta alcanzarlos—

pero nadie
nadie es el que corre las opacas cortinas
el que esconde las cartas

el que no ve
a esa mujer que cruza

nadie es el que ríe
mientras hurga en la herida de su único ojo

se llama nadie
ha plantado sus tiendas
a ese lado del río
y por nadie responden todas las cosas muertas
que vigilan

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Amenazas

En estos surcos, leves todavía,
que desembocan en la comisura
fresca y rosada de los labios,
¡cuánta sombra ya se anuncia!,
¡cuánta tristeza que vendrá
con su peso a cavar surcos más hondos!

No serán tan amargos como éstos
que conservan la belleza inocente.

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Azul es mi color

Azul es mi color, después de todo
el rojo sólo era otro disfraz.
Pijamas, camisetas, guantes, gorros…,
si había que escoger, yo siempre rojo,
sabía que mi hermana era el azul.

¿Cuándo empecé a creer que me gustaba,
que no había una posibilidad
siquiera de cambiar esa elección?

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Esta mano

Esta mano que hoy coge la pluma
como si fuera llave del futuro
o conociera la voz de mi pasado
ha de ser mañana hueso desnudo,
inmóvil para siempre, solitario.
Y más tarde será menos:
polvo con calcio, mudo, amarillento.

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Lamento

¡Seguid, seguid ese camino,
hermanos;
y a mí dejadme aquí
gritando!
¡Dejadme aquí! Sobre esta tierra seca,
mordido por el viento áspero
-campanario de Dios
frente al derrumbe rojo del ocaso-.
¡Dejadme aquí! Quiero gritar,
tan hondo en el dolor, tan alto,
que mi voz no se oiga sino lejos, muy lejos,
¡Dejadme aquí!

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País

País rico en sol; en sangre
vertida y seca al sol, para que adorne
(dicen ellos) la enseña; país rico
en olivos, naranjas, monjas, cobre,
panderetas y vinos; mucho espíritu
y bastante ganado.
País rico en tradiciones
sacrosantas, Historia y grandes muertos.

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Arder en viva llama, helarme luego

Arder en viva llama, helarme luego,
mezclar fúnebre queja y dulce canto,
equivocar la risa con el llanto,
no saber distinguir nieve ni fuego.

Confianza y temor, ansia y sosiego,
aliento del espíritu y quebranto,
efecto natural, fuerza de encanto,
ver que estoy viendo y contemplarme ciego;

La razón libre, preso el albedrío,
querer y no querer a cualquier hora,
poquísimo valor y mucho brío;

contrariedad que el alma sabe e ignora,
es, Marsia soberana, el amor mío.

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Palabras para la arqueología

En los hornos del mar (tienes los ojos de hebreo)
las movedizas copas reverberan al fondo

en el camino de gravas

las gaviotas descienden sobre monstruos dormidos
montan los areneros las cabinas jergan
bebidas refrescantes

dioses perros bañistas
petrificados en la intersección única de los días
idos y por venir
arañan la fosca realidad
el hermetismo dórico del domingo
ejercitan el tacto avaricioso sobre cuerdas
de música

danzan vomitan eyaculan
a orillas del acuario
entre los dos extremos de la inmovilidad sujetas

juventud y vejez sin erosión

la imagen de la vida y la muerte
en otros silos cinerarios.

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Ritmos

La hoja (o la que crea el pensamiento)
en la mágica
plenitud de la siesta.

Cuerpos

y estatuas
en uno y otro mar
como en las páginas de una edición bilingüe

confrontados

en esa luz no interrumpida en el papel,

el gótico arañar de suspendidos
y mutables signos entre anchas resacas
del lenguaje.

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Erótica

Todo comienza como comienza una tormenta:
con la suave caricia del vientecillo fresco
con el lejano murmullo de una caracola
con el lento desmayo del abrazo y los besos.

Luego viene la ansiedad de las bocas
la suspensión del rayo con su zarpazo eléctrico
el jadeo del alma la avaricia de la piel
el trueno del corazón por los campos del pecho

La ceguera de la luz el olvido del mundo
la exigencia del sudor los empujes del viento
la tensión de los muslos el furor de los cielos…

Todo termina como termina una tormenta:
con el sedante aroma del mojado barbecho
con gotas muy pálidas sobre la rosa trémula
con la casta finura de la piel…Y el silencio.

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El disfraz

En caballos de noche
la sombra del mar
abandona su lecho.
Va hacia el desierto de sal,
ojos brillantes,
caudal de risa en cascada,
manos llenas de hojas
como árbol de lluvia.
Corre,
se precipita
sobre las formaciones
del cerebro terrestre.

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Paralajes

Vimos el cometa
que pasa cada seis mil años.
Las palabras despertaron.
Los oídos se embriagaron
con su clamor sigiloso.
Los ojos fueron cautivos
de su incesante manar,
que entretegía coronas en el aire
con las hebras del misterio.

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Homenaje a García Lorca

Se arranca el perro asirio de las sombras
y, a su primer aullido,
luna y estrellas hacia el sueño ascienden
mientras el sol,
aún desde su negra efigie,
inicia el gesto.
Tu viaje nocturno es ya metáfora.
Se pone en pie
la salvaje frescura de la aurora.

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Llegarán los almendros

Llegarán los almendros en flor a tu ventana
huídos de mi pensamiento,
y el temblor del olivo
que se estremece al paso de la noche.

Pero yo, cada vez más perdida en tus palabras,
no tendré fuerza para llegar hasta tu puerta,
me quedaré vagando por las calles,
desgranando temores por la tierra de Kampa,
dialogando confusa con el aire,
bailando cortesmente con el río la danza de la muerte,
con delicados arabesques
y oscuras reverencias.

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Quietud

El ojo de la noche
descubre el pálido abandono
y absorbe hasta el negro su blancura.
He aquí un espejo vacío
que alcanza
la otra cara del vacío.
He aquí una apertura sin fin
y sin confín.
¡Mira como el amante huido
se borra para sí
y es una gota de dolor
que el veneno
alimenta de vana blandura!

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Amiga

Te brillaban dos lágrimas
por fin nos despedimos
sin poder compartir el aluvión de noche

pero tú me sabías
rompiéndome en aceras
recorriendo senderos sin gravedad deshechos
alejándome progresivamente
por el vasto universo de veloces esferas
desde aquel chorro negro en cuyo centro
el yo
se quedaba en la ráfaga
el punto
donde nada ni nadie
sólo el deseo con su vientre de lava
la muerte por los brazos cargando pesadez
cargando frío
dejándolos colgar desasiéndose aplastándose
la cabeza también como un cometa dormido rodando
a miles de kilómetros ya la vez
en tus pupilas húmedas
brillantes como estrellas en el agua de la noche
de esa noche
cuando abierto y desnudo el corazón
como las rosas que desnudan su cráter
y el cuerpo les da vueltas
como fuego en racimos
devorador de órbitas elípticas que ensanchan el espacio infinito
dejaba sólo sólo sólo
ese punto
lejano y arraigado
negro insaciable pozo de tortura y destello
que reclama violento
más viento entre los sauces que lloran
más delirio en las cascadas irisadas
más cobijo en las manos de la lluvia
más temblor en el beso de la tierra
y agónico
encuentra nada más el pánico
de miembros desarmados
y se entrega fieramente
al sueño extraño
en la ebriedad y veneno
de un instante de amor
propio
inasible
incomprensible
inexpresable
intransmisible
incomunicable
incompartible
a penas
un ahogo
perecer

y todo
en tu pupila
impregnada de infancia.

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