¡Ojalá vuelvas a tu desorden, y el mundo al suyo. La asimetría
es juventud. No se mantiene el orden más que el tiempo que se tarda en odiar su carácter de mal. Entonces se avivará
en ti el deseo del porvenir, y cada peldaño de tu escalera desocupada y todos los rasgos inhibidos de tu vuelo te llevarán,
te elevarán con un mismo sentimiento gozoso.
Poemas franceses
Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa
a dónde vaya en este roto tiempo. Ya no es mi amor: el
que quiera puede hablarle. Ya no se acuerda: ¿quién en
verdad le amó?
Mi amor busca su semejanza en la promesa de las
miradas.
I
El otoño para la hoja
El agua hirviendo para el cangrejo
Y el favorito el zorro
Ebrio sobre los hombros luminosos de la Actriz
Adherido al balcón naranja
Un ventisquero de rizos
Acampa en la ansiedad de mi corazón.
Mira, portero agudo, de la mañana a la mañana,
Largas, adujando su chorro, a las zarzas frenéticas,
Cómo la tierra nos acucia con su mirada ausente,
Cómo el dolor se embota, grillo de canto parejo,
Y cómo un dios no brota sino para aumentar la sed
De aquellos cuya palabra se dirige a las aguas vivas.
Antigua era la noche
Cuando la entreabrió el fuego.
Igualmente mi casa.
No se mata a la rosa
En las guerras del cielo.
Destierran a una lira.
Mi pena persistente
De una nube de nieve
Gana un lago de sangre.
Dejando atrás al hombre extensible y al hombre traspasado
llegué ante la puerta de todos los júbilos, la del Verbo desellado
de sus restos mortales, formando lo nuevo, creando fuego
a partir de la verdad, y fortalecido por mi verde fe llamé.
Maciza lentitud, lentitud martillada;
Humana lentitud, lentitud forcejeada;
Desierta lentitud, desanda tus ardores;
Sublime lentitud, sube desde el amor;
Que la lechuza ha vuelto.
Versión de Jorge Riechmann
Llevarán ramos aquellos cuyo aguante pueda desgastar la
noche nudosa que precede y sigue al relámpago. Su palabra
recibe existencia del fruto intermitente que la propaga
dilacerándose. Son los hijos incestuosos de la cortadura y del signo,
que alzaron hasta los brocales el círculo florido de la tinaja
de la adhesión.
Mejilla contra mejilla dos pordioseras en su desamparo rígido;
La helada y el viento no las han instruido, las han ignorado;
Niñas de intrahistoria
Caídas de las estaciones que dejan atrás, y allí apretadas de pie.
No hay labios que las traspongan, la hora pasa.
Un ruido largo sale por el techo
golondrinas siempre blancas
agua que salta, agua que brilla
el grano salta, el agua muele
y el recinto donde el amor se arriesga
centellea y marca el paso.
Versión de Jorge Teiller
Siempre me ha gustado la proximidad, sobre un camino de tierra,
de un hilillo de agua caída del cielo que viene y va persiguiéndose
a sí mismo, y la tierna torpeza de la hierba mediana a la que una carga
de piedras detiene -igual que un revés oscuro pone fin al pensamiento.
Espera aún a que yo venga
A romper el frío que nos retiene.
Nube, en tu vida tan amenazada como la mía.
(Había un precipicio en nuestra casa.
Por eso hemos partido y nos hemos establecido aquí).
¡Con cuánta ternura ríe la tierra cuando la nieve se despierta encima de ella! Día tras día, yacente besada, llora y ríe.
El fuego que la evitaba se casa con ella apenas desaparece la nieve.
Versión de Jorge Riechmann
Estabas loca.
¡Qué lejos queda!
Moriste, con un dedo delante de los labios,
En noble movimiento,
Para atajar la efusión;
En el sol frío de un reparto verde.
Estabas tan hermosa que nadie se dio cuenta de tu muerte.
Con los dientes
Apresé a la vida
Sobre el cuchillo de mi juventud.
Con los labios hoy,
Con mis labios solamente…
Corta advenediza,
La flor de los taludes,
El dardo de Orión
Ha vuelto a aparecer.
Yo te amaba.
Amaba tu rostro de manantial abarrancado por la tormenta y la cifra de tu dominio que cercaba mi beso.
Hay quien se confía a una imaginación redonda. A mí me basta ir.
He traído de la desesperación un cestillo tan pequeño, amor mío,
que ha sido posible trenzarlo con mimbre.
No subsiste línea recta ni carretera iluminada hacia un ser que nos ha dejado.
¿Dónde se aturde nuestro afecto? Un anillo de árbol tras otro, si se acerca es para hundirse al punto. Su rostro a veces viene a apretarse contra el nuestro, sin producir otra cosa que un relámpago helado.
Vino por esta línea blanca que puede significar la salida del alba
o la palmatoria del crepúsculo.
Pasó los arenales maquinales; pasó las cimas destripadas.
Fin de la renunciación de rostro cobarde, la santidad de la mentira,
el alcohol del verdugo.
El águila ve como se borran gradualmente las huellas de la memoria helada
La extensión de la soledad hace apenas visible la presa que huye
A través de cada una de las regiones
Donde uno mata donde a uno lo matan libremente
Presa insensible
Proyectada indistintamente
Más acá del deseo y más allá de la muerte
El soñador embalsamado en su camisa de fuerza
Rodeado de utensilios efímeros
Figuras que se desvanecen apenas formadas
Su revolución celebra la apoteosis de la vida que declina
La desaparición progresiva de las partes lamidas
La caída de los torrentes en la opacidad de las tumbas
Los sudores y malestares que anuncian el fuego central
Y finalmente el universo con todo su pecho atlético
Necrópolis fluvial
Después del diluvio de los rabdomantes
Ese fanático de las nubes
Tiene el poder sobrenatural
De desplazar a considerables distancias
Los paisajes habituales
De romper la armonía acumulada
De tomar irreconocibles los lugares fúnebres
Al día siguiente de los homicidios provechosos
Sin que la conciencia originaria
Se cubra con el deslizamiento purificador del suelo.
Cada una de las letras que componen tu nombre,
oh Belleza, en el cuadro de honor de los suplicios,
desposa la llana simplicidad del sol, se inscribe
en la frase gigante que cierra el cielo, y se asocia
al hombre encarnizado en engañar a su destino
con su contrario indomable: la esperanza.
No querría marcharme precediéndote, semejante a una hierba
segada, a llamarte contra Thouzon desierto y su corazón
no destruido.
Versión de Jorge Riechmann
Heló tanto que las ramas lechosas
Importunaron a la sierra, se rompieron en las manos.
la primavera no vio verdecer a las graciosas.
La higuera pidió al amo del yacente
El arbusto de una fe nueva.
Pero la oropéndula, su profeta
-Su retorno calentaba al alba-,
Al posarse sobre aquel desastre
En vez de morir de hambre lo hizo de amor.
¡Te he enseñado La Petite Pierre, la dote de su bosque, el cielo
que nace en las ramas,
La amplitud de sus pájaros cazadores de otros pájaros,
El polen dos veces vivo bajo la llamarada de las flores,
Una torre que se iza a lo lejos como la vela del corsario,
El lago que ha vuelto a ser la cuna del molino, el sueño de un
niño.
La desapariciones inexplicables
Los accidentes imprevisibles
Los infortunios quizá excesivos
Las catástrofes de todo orden
Los cataclismos que ahogan y carbonizan
El suicidio considerado crimen
Los degenerados intratables
Los que se enrollan en la cabeza un delantal de herrero
Los ingenuos de primera magnitud
Los que colocan el féretro de su madre en el fondo de un pozo
Los cerebros incultos
Los sesos de cuero
Los que ivernan en el hospital y conservan la embriaguez
de las ropas desgarradas
La malva de las prisiones
La ortiga de las prisiones
La higuera nodriza de ruinas
Los silenciosos incurables
Los que canalizan la espuma del mundo subterráneo
Los enamorados en éxtasis
Los poetas excavadores
Los que asesinan a los huérfanos tocando el clarín
Los magos de la espiga
Imperan temperatura benigna alrededor de los
sudorosos embalsamados del trabajo.
¡El trigo verde en una tierra que todavía no ha sudado, que no ha
hecho más que tiritar! A distancia feliz de los soles precipitados
de los fines de la vida. Rasante bajo la larga noche. Saciado de agua
encima de su luminoso color.
Permanente invisible de cazas codiciadas,
Cercano, cercano invisible tan cercano a mis dedos,
Oh presa mía distante la noche en que me inclino
Para un novel cuerpo a cuerpo.
Beber friolentamente, ser brutal restablece.
Sobre este jardín doble se redondea tu tapa.
Sobre la mediana de la tarde, el bamboleo intermitente, el
malecón iluminado de una dársena, y su rechazo del sueño.
El rostro de la muerte y las palabras del amor: el tálamo
de una playa interminable con olas que lanzan a ella guijarros
-interminablemente.
¿Qué te hace sufrir? Como si se despertara en la casa sin ruido
el ascendiente de un rostro al que parecía haber fijado un agri0 espejo. Como si, bajadas la alta lámpara y su resplandor
encima de un plato ciego, levantaras hacia tu garganta oprimida la mesa antigua con sus frutos.
He paseado a orillas de la Folie.
A las preguntas de mi corazón,
Si no las planteaba,
Mi compañera cedía
-Así de imaginativa es la ausencia.
Y sus ojos decrecientes como el Nilo violeta
Parecían contar interminablemente sus ganancias que se extendían
Bajo las piedras frescas.
Página blanca
El mármol de los palacios es hoy más duro que el sol
Primera proposición
La segunda es algo menos estúpida
El ayuno de los vampiros tendrá como consecuencia la sed que
alienta la sangre de ser bebida
La sed que tiene la sangre de desposar la forma de los arroyos
La sed que tiene la sangre de brotar en los lugares desiertos
La sed que tiene la sangre del agua fresca del cuchillo
El cuerpo y el alma se reúnen en un abrazo
Tercera proposición ésta de carácter deshonesto
Porque el cuerpo y el alma se comprometen juntos
Porque se sirven de excusa el uno al otro
Ralentur traveaux
* * * * *
Bajo palabra
Hay llamas
Más vistosas que las manos que hacen rodar las pesadillas
Sobre la memoria
Se llega al sol por encantamiento
El amor tiene un acentuado sabor a vidrio
Es el coral que surge del mar
Es el perfume desaparecido que vuelve al bosque
Es la transparencia que paga su deuda
Es siempre esa cabeza
De labios deliciosamente entreabiertos
De este lado del muro
Y del otro lado quizás en la punta de una pica
Ralentir traveaux
Versión de Aldo Pellegrini
Almohada roja, almohada negra,
Sueño, con un seno de costado,
Entre la estrella y el cuadrado
¡Cuántas banderas en ruinas!
Cortar, acabar de una vez con vosotros,
Como el mosto se halla en la cuba
Esperando labios dorados.
La sed hospitalaria
Quién la oyó nunca quejarse?
Nadie más que ella hubiera podido beber las cuarenta fatigas
sin morir,
Esperar, muy adelantada, a quienes venían después;
Desde el alba hasta el crepúsculo era su esfuerzo viril.
Quien ha excavado el pozo y sube el agua yacente
arriesga el corazón en la separación de sus manos.
colocado ahí. más
allá de ese límite más
allá.
ya no se sufre.
lo entrego a dispersión.
al olvido del mar.
cuerpo descosido de ti.
salado hasta el goce
desierto
como un jardín de
cristal. en el instante
que aúlla. sin comprender.
en la mano.
en torno a una cosa dulce
y carne.
el crimen (ojos de esmalte)
respira a los pies de una
silla.
contra el ángel
pensar en ello
no puedo
sin morir
de un destello de alegría
sin morir de alegría
al instante
momento de nacer
alta
fusión
cuando el cuerpo ya vacío
de haber llorado el día
de haber llorado la dicha
(gavilla de angustia)
de rastrojo aureolado
cruzamos
la mirada azul que hace gozar
cuerpo depuesto en el campo
agudo. ojos
alerta.
cerrados a fuego. albeando
al envés. abiertos: inundados de blancura.
despertar-fractura
con ángel sangrante:
en la decepción
el cuerpo gira deslumbrado boca en busca del azul
de la horrible dulzura de lo posible
deudora aún entre humanos.
a muchos años de ti la pala
empuñada por una mano afásica
no puedo sino en la furia
duelo duelo duelo pliego de hojas
horadado por el pensamiento.
el instante
o bien su
blancor
(un copo atraviesa el cielo)
en los pechos hierba
tibia
lo que morirá
estío
en la mejilla la confesión relámpago
un. punto fijado lejos de
quien retrocede
jugué a las tabas
un. cuerpo desmembrado.
de luz.
ligado por sintaxis -dolor. limo
del sueño que deposita
esa oscuridad a medida
que retrocede
estallando inmóvil. sin memoria ni.
el gris encuentra
una historia. se esfuma
en el sueño de las piedras
con tal que se calle
abrumado de huesos blanqueados.
que sea yacente y pesado.
estás gris, casi extenuada,
tendida sobre el arenal, al lado del espectáculo del mundo
estás ciega y vista desde todas partes
resbalan lágrimas que no te pertenecen
existencia
pequeñita
descolorida
apenas leve
agitan tus hombros los sollozos
muñeca muerta entre pensamientos
recae la mano.
esparce rosas de ceniza
hasta dónde maniatada por la esperanza
una máquina de torturar el tiempo
existencia incendiada
deseando el incendio
la belleza hambrienta
incluso con su pesar
confirmación reclama
el árido viento sobre la alegoría
hay que caminar deslumbrado todavía
dejar que arda el hambre su larga
súplica
o caer en el día
con una gris sonrisa.