TREN DE LA NOCHE

Suena el tren en la noche
?¿llamando a quién, a quiénes??,
el tren abajo, en los cañaverales,
como una larga serie de pañuelos llorados;
y su llamar se junta al fuego de los perros,
sofocando las luces pequeñas y amarillas,
llamándonos, llamándonos,
porque nosotros, madre, nos iremos en él,
con la canasta virgen y la hermanita enferma
y un envoltorio de pañales
como dormidas mariposas,
y el tren no espera, no, no espera nunca,
y por eso corremos entre el polvo nocturno
como fieles y nítidas luciérnagas…

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YO NO SOY

Yo no soy Pedro,
Juan,
ni Segismundo.

Yo no soy pura sangre,
ni mestizo,
ni natural del valle o de la estepa.

Mi pensamiento es un pequeño mundo.
Un mundo de orfandad de pura cepa.

Vine de no sé dónde,
un día en que unas manos
se estrecharon a medias.

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CINTA ABISMAL

Es tu lengua
acierto de vigilia
dejándose llevar
por el lascivo
inquieto
travieso
viento moreno
de mis muslos

Hebra de agua tibia
descubriendo
mis pechos despiertos
piruetea con la gana
que el espejo refleja
en una marejada
de pulsos agitados

Lápiz de filo diligente
perfilando mi abertura
que se explaya
enardece
y grita
soltando su vena
salpicando los sentidos

Voluntad de labios
sometiendo
labios a su voluntad

Anzuelo que pesca
sujeta
y
vuela
con mi carne

al punto preciso

donde el resuello
dice
que termina
y
la quietud
clama
por nace

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CLIMATERIO

Pronto se romperá la cadencia
que sostienen mis días lunares
encanecerán mis venas
mi talle tendrá voz
de verano acabado

cálidos destellos
llevarán el paso a mis horas

—no agobies el gesto
mi universo rebasa
los límites de mi cuerpo—

Despéñate en el tiempo
que me bebe
muerde esta vida
que me corre sin freno
reparte tus dedos
en la plenitud de mi tacto

La lumbre de mi lento atardecer
será faro de recios brazos
en las arrugas de tu aliento

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CONQUISTADOR

Cuando me tiene vista
como presa segura
avanza tu falo
descubriendo sus virtudes

trae en su médula
néctar de un principio
y palpitar de un fin

Tímido meñique adormecido
al rozarme
gallardo índice certero

Voz erguida articulando callada conquista

Devoto a la vigilia
arrastra
por los pliegues de mi sombra
rumor de un anhelo

Ávido ofidio
buscando en mi selva
la dulce fruta jugosa
raíz de su ardor

Llave que se acopla
a mi cerradura
se a
b
i
s
m
a en mi secreto
y me inunda y dobla mi frente
con su cálido soplo desgajante

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FUEGO SOBRE EL MADERO

Después de romper el áspero
castrante
hostil
cerrojo de las ataduras
apuñalé al pecado
cayendo agónicas
mis trabas y mis culpas

Dejé de pedir permiso para vivir

Disponiendo conocerte
abrí tus brazos en cruz
—cristo de mis pasiones—
y hundí el sabor
de mi presencia
en tus pies
en tu cuello
en la blanca playa de tu espalda

Recorriéndote fui creciendo
hoja de tu rama
rama de tu árbol
árbol de tu bosque
hoja loca al vaivén
de tu tronco elocuente

Empinando a la fiebre
mi despertar
caminé y rodé en tus cumbres
y tu sexo brotó
dejando su vasta lluvia
en mi rezumante tierra nueva.

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PLEGARIA AL ORGASMO

Ajeno a mis pensamientos
huiste a un casto silencio

Hoy
que sedienta mi sangre te busca
ni a golpes ni a ruegos
te insinúas

enajenado prosigues
riguroso y oprimido y largamente oscuro
como pasillo de convento desolado


ángel de dura delicia
apático orgasmo rebelde
erizado temblor
pólvora vulnerable

regresa a mí
y aniquílame

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La desmemoria

Hace siglos vine de la infancia

encontré dragones

y vasijas llenas de rostros ausentes

En las ascuas de mi memoria

las montañas rugen

El viento golpea

Nada nos recuerda

Sonámbulos caminamos

y el dolor no nos duele

Todos siguen la voz

de mi abuelo

mientras bailan

un tango de polvo

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La noche

La noche ladra a los perros

que cruzan la calle

Bajo un almendro

una sirena se detiene

a cantar sus exilios

Es tarde

y nada puede impedir

que los espejos se quiebren

cada vez

que un niño sueña

Mi mano se inunda

de verbos mudos

soles marchitos

e historias en ceniza

A nadie le importan mis heridas

mis padres cayeron

y en sus huesos

descansan mis espejismos

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La patria de los robles

Esta es la patria de los robles

aquí olvidaron

su guitarra

los grillos

y en ellas

nacieron ciudades

y memorias

Esta ciudad es grande

los muros que la protegen

están construidos

de huesos

y sombreros

Aquí no hay sol

y llueven piedras

cuando alguien quiere verlo

La noche se prolonga

y sus racimos

se pudren

en nuestras vidas

El recuerdo hiede

y nos carcome

Los pájaros mueren

antes de levantarse de las cenizas

Un río corre a unos metros

y en sus cristales

las figuras se detienen

beben estío

y regresan a sus sombras

Una antorcha

se enciende bajo la lluvia

y un rayo muere

en el mismo instante

que los centauros brindan

por el frío de los robles

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El poeta

El reflejo de los libros

me da asco

Renuncio a la vida

y a mi nombre

muerto en el éxodo

de mis escombros

En mis desvelos

habita el llanto de la luna

Los ceniceros de Chicho Cuadra

no me regalan ninguna profecía

Caigo sobre una almohada

Sueño gotea de mis ojos

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Oficio

Espío mi pensamiento

Con mis ojos

hurgo el mundo

de los muertos

Abro las puertas

de los libros

y las palabras callan

Busco los rostros

de mis nombres marchitos

En las esquinas

de los signos

encuentro el reflejo

de los huesos

sin ventana

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Parto

La luna

encela al pájaro

que duerme

en la idea del poeta

El no conoce pájaros

sino muchas lunas

en que el sueño se evapora

y los fantasmas no aparecen

La idea pierde su cuerpo

el poeta

otra luna

y la luna

gana tiempo

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Altibajos

Un día, risa loca-,
y otro, lágrimas;
sin que medien caricias ni querellas…
Son estados del alma
o de la mente,
que
-en forma ya consciente o subconsciente-
marcan el frágil rostro,
para siempre,
con el sello indeleble de sus huellas.

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Busqué

Busqué, en la espesa niebla,
un rayo cristalino.
Laceraron mis pies
las piedras del camino.
Rasgué la oscuridad
en busca del destino-,
y sólo hallé la nada.
Entonces -ya cansada-
quise oír el latido
de tu pecho de hombre;
y al hurgar en el fondo
de mi mente obcecada,
sentí que me quemaba el eco de tu nombre!

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El calendario

Desprendo una hoja, cada día,
del calendario, que me mira atónito-,
y,
en el desgarre que mi impaciencia deja,
creo escuchar
del número que fue, una débil queja.
La culpa no es de nadie;
no del día que pasa-,
ni de la noche,
que transcurre
amparada en la luz ya mortecina
de una lámpara antigua-,
ni del mismo destino, quizá,
ni de la vida…
¿De quién será?_me digo,
mientras mis dedos
arrancan una hoja cada día…

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Maternidad

Niebla sin luz-,
y luz entre la niebla,
emergiendo en forma subrepticia;
existencia que brota -como gema-
del milagro que engendra una caricia.
El seno fecundado pone a prueba
la caricia,
que en feto se perfila-,
y se transmuta en lámpara votiva
en el instante en que la hora llega!

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Nuevo año en el telar del tiempo

El tiempo teje-, y no cesa
un instante de tejer,
con los recuerdos de ayer
o el valor de una promesa.
Ahora ha desenrollado
su ovillo de lana verde,
para tejer -lentamente-
las emociones del año.
Y escogerá sentimientos
armoniosos o contrarios,
con que adornará muestrarios
para lanzar a los vientos.

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Se me escapa

Se me escapa la noche
entre encajes de sombras…
Se me escapan -despacio-
los latidos del pecho.
Se me escapa la dicha;
se me escapa la calma…
Y,
aunque yo me resista
-con profusión de lágrimas-
¡se me escapa hasta el alma!

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Tu soledad

El eco de tu voz,
que me persigue en mis horas de insomnio,
es un lamento…
Y pienso:
«Quizá estás triste»,
quizá estás solo bajo el firmamento…
Tu soledad se funde en mi presente.
Con las manos crispadas,
intento, en vano, atrapar el viento
que se lleva el eco de tu voz…
Y un suspiro me dice:
«No podrás; se disolvió», lo siento!..

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La voz del pueblo

No más odio ni venganza
fruto amargo de la guerra;
queremos paz y justicia
sin temores ni violencia.
No más sangre de inocentes
mancillando nuestra tierra,
no más crímenes ocultos
ni traición tras de las puertas.

Seremos un pueblo noble
que no se ampare en la fuerza;
Si libres queremos ser
tendremos el alma enhiesta
que temple nuestras acciones
y nos limpie la conciencia.

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La ofrenda

¡Que vuelo sideral de ala extendida!
¡Que zigzag de emoción era su vuelo!
¡Que ansiedad por llegar al Santo Suelo
vibraba en el albor de su caída!

Y llegó palpitante, estremecida
a ofrendar la grandeza de su anhelo,
el destello alumbraba al mismo cielo
que en su seno teníala dormida.

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La esperanza

Así la aparición era esperada
como Signo Celeste de ventura,
presciencia presentida, clara y pura
que en la mente del pueblo era fijada.

Su irreal realeza, casi una tortura
por la ansiedad de su presencia amada,
rayo de luz, emblema de dulzura,
gloriosa en su existencia ya forjada.

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La duda

Y un vislumbre se vio. ¡Era la lumbre!
que entre sombras lejanas se acercaba,
por violentos instantes se alejaba
y volvía otra vez la incertidumbre.

¿Era El Pájaro Azul allá en la cumbre
acaso, el mensajero que Ella enviaba?

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A la silla de ruedas

Guardiana de los libros: Ya cerrados
los fríos brazos de brillante acero
quietas las ruedas. Fijos y callados
los goznes rechinantes, mustio el cuero.

Evocadora fiel de los cuidados
últimos del vivir bajo el alero
que guarda imagen, risa y ceño amados,
postrer amor que siempre fue el primero…

Descansas hoy, el freno detenido,
más bien paralizado tu crujido
en el ir y venir de aquella mano

que dejara su huella en el gemido
del dolor y el placer de haber vivido:
espejo del final de un ser humano.

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Desolación

Llamaron a mi puerta, y por temor a las sombras
y a los lobos hambrientos no respondí. Fue el hu-
racán, el amor o la muerte? ¡Quién sabe! ¡Tal vez!
Más tarde tuve encendida mi lumbre y servido mi
vino. Nadie llamó.

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Gato negro

Alma de duende en cuerpo de sombra. Enjoyada la cabeza,
el espinazo interrogante, el paso de seda.
Las campanas desbordan sus doce vinos. Luna en los
tejados. Brisa en las ramas deshojantes. La pedrería
de los ojos del gato se abrillanta.

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Noche mendiga

En los telares eternos, las brujas tejen fantasmas
para estas noches de invierno. La geometría gris
de la tristeza descuelga un arco trágico sobre el
lomo del tiempo.
Madre Miseria ríe, piruetea y danza en el circo
de las desgracias; en las callejuelas mendigas,
los perros hambrientos aúllan, aúllan hasta hacer
rodar sobre las sombras los aros fríos del silen-
cio…
Luna medio apagada, lluvia fina y nerviosa.

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A Chistina Georgina Rossetti

¿Dónde crece el manzano marinero
que sabe de la espuma y la colina?
¿En dónde la granada granadina
para el cumpleaños del amor primero?

¿Va en el aire tu acento verdadero
o duele a media sangre, como espina?
¿Se esconde bajo el sueño que adivina
el luminoso viaje del lucero?

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A Gabriela Mistral

Una rosa de angustias -mar y viento-
y la estrella que gime en tierra oscura;
una secreta herida de ternura
y el camino interior del pensamiento.

Tu nombre fijo, tu divino intento,
la suelta voz que llega, larga y pura;
este compás de sangre, que asegura
tus cantos recogidos en mi acento.

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