A Doña María de Baratta
Porque soy vagabunda conozco los caminos
húmedos y fragantes que en el monte se enroscan;
los que suben despacio al nido de la fuente;
los que se traga el bosque con su boca de sombra.
Porque soy vagabunda he bajado al barranco
a despertar el eco en su cueva de rocas;
persiguiendo l`arisca libélula de nácar
y el moscardón de acero que zumba entre las hojas.
Me he tendido en el musgo, sobre almohada de helechos,
oyendo el trino fino que suelta la chiltota;
y la oruga del lodo ha comido en mi mano,
y han bailado en mi frente briznas y mariposas.
Vi abrirse el cascarón del huevillo del pájaro
y la seda enrollada de la prieta amapola;
probé la pulpa rica de la fruta silvestre
y descubrí panales y recogí bellotas.
El viento me ha contado cuentos de maravilla
ofreciendo, al pasar, lo que lleva en su alforja:
olor de balsamera, de yerbas, de racimos,
y todos los rumores de la tierra redonda.
La tonada del río, entre juncos y breñas,
me da el sentido exacto que hay en las siete notas;
y aprendo el equilibrio y la gracia del ritmo
en el vaivén azul y lento de las olas.
Corro con pies descalzos sobre la playa tibia,
me unto barniz de sol, juego en el agua loca,
y adorno el cuerpo alegre con espuma irisada
y pulseras de algas y collares de conchas.
La noche me regala sus gajos de luceros,
la luciérnaga mínima su llamita temblona,
el grillo su chillido clavado en el silencio
y el murciélago huraño su vuelo de alas flojas.
Porque soy vagabunda toda belleza es mía
y mío es el deleite que los demás ignoran.
¡Suelto mi canto vivo como el pájaro libre
y tengo el alma diáfana, esponjada y gozosa!