¡ Caray, quén lo iba a dicir!
¡ Probecita de Remedios!
Tan chula la muchachita…
Se mi hace que la’stoy viendo
cuando pasaba ‘el domingo
con sus trapitos más nuevos,
pa óir la misa de doce
allá en l’iglesia del pueblo.
Daba gusto devisaría
con aquel aigre tan serio,
sin hacer caso de gromas
y sin dar óido a requebros…
¡ Maihayan los hombres malos
como ese endino de Pedro!
La pretendieron retihartos:
lo mejorcito del pueblo;
pero, a naiden l’hizo caso,
a todos los hizo menos.
!L’único que le dio de ala
jue ese malora del Pedro!
Dende chico jue un perdido,
era l’azote del pueblo,
sempre andaba de parranda
y sempre acababa en pleito.
A todo mundo ensultaba
a naiden tuvo respeuto;
y en una de tantas nochis
en que ya’andaba muy ebrio,
s’hizo de malas razones
con sus cuatezones mesmos;
tras de las malas palabras,
jueron a dar a los hechos,
y, al fin de la pelotera,
se jallaron a dos muertos.
Los dos muertos a balazos,
y lo cierto era qu’entre ellos,
el único que traiba cuete
era el malvado de Pedro.
A resultas d’esi asunto,
tuvo que salir juyendo
naiden golvió a saber de él
todos quedamos contentos;
¡ sólo se quedó llorando
esa probe de Remedios!..
Y ansi quedaron las cosas
y ansina se pasó el tiempo
Villistas y carranclanes
s’estaban dando muy recio;
ya’staba la balacera
en las goteras del pueblo;
entraron los gananciosos,
y, al frente de todos ellos,
montando un cuaco alazán,
llegó un capitán primero
qui aluego reconocimos:
¡ era aquel diantre de Pedro!
Luego luego que llegaron
Pedro jue a ver a Remedios
y golvió loca a la probe
que ya lo daba por muerto.
Tanto jue lo que le dijo
que, dende’l mesmo momento,
todas las nochis se vian
en las ajueras del pueblo.
Por aquellos mesmos días
llegó el resto di aquel cuerpo,
al mando di un general
qu’era ¡ el mero petatero!
-Capitán, esa chamaca,
la más sazona del pueblo,
mi han contado qu’es su novia…
-Sí, mi general, es cierto.
Pos usté sabe lo qui hace…
¡ Consígamela y lo asciendo!
Es una de tantas nochis,
Reniedios jue a ver a Pedro,
taba la nochi rescura,
y la probe de Remedios
s’echó en los brazos di un hombre,
qu’ella créiba qu’era Pedro…
Cuando vino a darse cuenta,
su mal no tuvo remedio;
el hombre se le hechó incima
di un modo reteviolento.
¡ Era el mesmo general!
¡ Pedro se ganó su ascenso…
Y allí quedó deshojado
un capullito abrileño…
Ora anda una probe loca
de pordiosera ‘en el pueblo,
ganando ansina la vida,
en tan y mientras que en México,
pasiando en gran artomóvil
y con las pilas de pesos,
anda un siñor general
al que le nombran «don Pedro»
La mera verdá de Dios,
parece cosa de cuento,
pero le juro, compadre,
que lo que digo es muy cierto.
¡ Malhayan los hombres malos
como ese endino de Pedro!