¿Qué lana, qué madeja suave
entre dedos quieres?
¿Qué lana, qué madeja,
qué rincón de sal,
qué hilo, qué hoyo de mí a tu ser
se parezca tanto a lo presente?
Y estoy llenando espacios
gota a gota de agua en la cuchara,
y fijo mis oídos atravesándote
sin cambiar dos telas,
la pieza de costal con el marfil:
madeja y lana despacísimo.
Brazos fuertes, amor,
que se repite la palabra, amor,
que yo he sentido la era de tu madre,
y la cama cerebral del mundo;
que mi humanidad lo es con el cartón
ese poquito mejor de alma ciega,
que yo aguanto tu castillo cerrado
si estás dentro,
que no estudies a un espíritu vivo,
que seas conmigo y te lo lleves, que llueve,
que esta lengua no vale para crear,
que creas
y sólo la vida ahí tendrá su alivio
para su envidia.