Quiero mirarte, dejar encendida la luz.
Quiero no estar seguro de mis cegueras,
encender las esquinas de esta cama constante.
Porque demasiado sabemos de las cosas tristes
y de las cosas mudas, y demasiado
de los ojos, los apenas-ojos
de los cadáveres rosados.
Hoy es preferible dejar encendida la luz.
Oigamos el rumor de la ventana.