Te estoy hablando bajo, muy bajito,
Sin voz, como se le habla a los querubes.
Pero sé que me entiendes y que subes
Del fondo de mi sangre hasta mi grito.
¿Grito? ¿Por qué? Si mi dolor contrito
Se percibe sonriendo entre las nubes.
Te estoy hablando bajo, muy bajito,
Sin voz, como se le habla a los querubes.
Pero sé que me entiendes y que subes
Del fondo de mi sangre hasta mi grito.
¿Grito? ¿Por qué? Si mi dolor contrito
Se percibe sonriendo entre las nubes.
Si el Amor está en mí, ¿por qué la ausencia
Ronda mi corazón y lo alucina?
Y si lejos está, ¿por qué se obstina
En cegarme de luz con su presencia?
Igual que el vaso que perdió la esencia
Una angustia de sed me desatina.
Aquella tentación, aquel sendero
Abierto en cruz a la visión dorada,
Aquel trino de alondra en la alborada
Y aquel embrujo del primer lucero…
Hollar de rosas con el pie ligero,
Temblor lunar entre la fronda… En cada
Repliegue del enigma, tu mirada
Alumbrando los ojos del viajero.
Amor, no volverás… Sé que mañana,
Cuando torne otra vez la primavera,
Perdido el rumbo, la ilusión viajera
No atisbará tu signo en mi ventana.
Ni codicia del sol. Ni luz cercana…
Sordo el oído a la canción de afuera,
Mi alucinado corazón no espera
Tu beso amigo ni tu voz hermana.
El pan servido. ¿Y para quién adorno
la mesa dulce en el convite huraño?
Porfía de aguardar, año tras año,
el pan servido y la ceniza en torno.
Quemaronse las brasas en el horno
y el huésped sin venir: huésped extraño
presente y sin presencia.
Todo era azul en la primer salida
Azul la embarcación, azul el puerto.
El corazón, hacia la luz abierto,
Soñaba con la tierra prometida.
Y en el retorno, con pavor de huida,
Anclo en mi propia soledad y advierto
Que, tras de mí, se iluminó el desierto
Y que en la luz se me quemó la vida.
Luz que en la soledad madura el hielo.
Cauce de sed y curva que se inicia.
Imán de perfección, que alza y propicia
El faro inaccesible de mi anhelo.
No sé si, en mi holocausto, el goce es duelo,
Dardo que hiere o ala que acaricia…
¿Vértice de la luz?
Sobre la misma piedra, cuanto tú pases, Tiempo,
sin fin y sin principio,
sin forma ni color:
tiempo de mar y selva,
tiempo de espacio y nube,
tiempo de donde vine,
tiempo hacia donde voy…
sobre la misma piedra
donde tú me dejaste,
bajo un silencio claro te aguardará mi voz.
Mi mundo es irreal. Cumplo mi suerte.
Y soy uno de tantos tejedores
Que, por ir separando los colores,
La tela dura del dolor no advierte.
Débil acaso, pero acaso fuerte,
Le pido hilos de plata a los albores.
Alguien abrió con el mayor sigilo
mi puerta, de seguro mal cerrada.
Le vio, sin forma apenas, mi almohada,
el paso muelle y la palabra en vilo.
No, no era nadie que buscara asilo
ni que quisiera demandarme nada.
Al caer de la luz, mínima y quieta,
Repaso mi dolor. Y alzo mi vida
Lo mismo que una página leída
Cuya frase final no se concreta.
El ritmo en fuga, la canción inquieta
??voces de ayer y hoy niebla desvaída??