En memoria de Rolando Cárdenas
Regresar al bar como a un vientre,
y a la primera tibieza que nos recibió
y que alguna vez, seguramente, nos pareció eterna.
Regresar al bar porque todos los caminos
conducen a él,
y porque entre esas cuatro paredes
hay más redención y misericordia
que en trescientas iglesias juntas.
Estar entre sus habitantes otra vez,
sentados a la mesa de siempre,
bebiendo el vino lentísimo
que nos deparó el tiempo.
Regresar por las palabras y la memoria
y por la propia sombra que allí dejamos
entibiándose,
tras el alto muro de la noche.
Regresar como de costumbre,
y a la misma hora.
Entrar al bar,
de corbata, bien peinados,
y después de muertos.