Bienvenida sea la poesía del futuro.
Esa poesía que reventará como una flor
en plena calle,
o como un cadáver después de varios días.
Bienvenida sea la poesía colgada de las nubes
y de los edificios.
La que soltará en este mundo su alma
de bestia carroñera.
Poemas de Pavel Oyarzún Díaz
Antes de la república
y del himno nacional.
Antes de los decretos
y la constitución política.
Antes de los colonizadores del sur de Chile
y de los primeros gringos
que llegaron aquí como a la tierra prometida.
Antes de la iglesia
y la imágenes del cuerpo torturado de Cristo
y del gesto de dolor póstumo en su rostro.
A mi madre, Inés Díaz Sotomayor
Arrojados de la infancia
lugar de ninguna muerte verídica
pierdo los ojos en el intento,
con la cabeza vuelta.
Volver la vista es un gesto de naufragio.
Nadie vuelve hasta allá realmente.
Ellos no tienen buenas costumbres.
Ellos no tienen buenos instintos.
Ellos no aman a la patria,
ni respetan el himno nacional.
Ellos no creen realmente en la virgen María,
ni en su hijo Jesucristo.
Ellos no creen en la familia
ni en la propiedad privada.
Días inquietantes le esperan a esta
poesía mía
Días del instinto abierto hacia el vacío
y las ferocidades.
Días de la estampida enceguecida,
y del desbande del pánico.
Días de cataclismos y desbarajustes totales
entre el humus y la bruma.
En memoria de Rolando Cárdenas
Regresar al bar como a un vientre,
y a la primera tibieza que nos recibió
y que alguna vez, seguramente, nos pareció eterna.
Regresar al bar porque todos los caminos
conducen a él,
y porque entre esas cuatro paredes
hay más redención y misericordia
que en trescientas iglesias juntas.
Y heredaron la ciudad de noche.
Las calles del centro.
La salida de los cines.
Los estacionamientos,
y los paraderos de micros.
Los jardines de la plaza.
La esquina de la catedral.
Todas las noches de la República
se abren para ellas.