Y heredaron la ciudad de noche.
Las calles del centro.
La salida de los cines.
Los estacionamientos,
y los paraderos de micros.
Los jardines de la plaza.
La esquina de la catedral.
Todas las noches de la República
se abren para ellas.
Para que las transiten
riéndose como locas,
todavía sin senos…
Con el alma y la vagina profanadas.