Ángel terrible

(A Silvia Elena Regalado)

Misterio de piel,
Flor sin nombre,
Oruga de fuego,
Vértigo de voces.

Un ángel peinándose a oscuras,
Con ese punto de luz que habita
En silencio las miradas.

Las sábanas de sus alas
Y el galope lento de su amor,
No revelan secretos, ni caprichos.

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Ángeles traviesos

Viven encadenados
A sus sueños,
Escuchando silbidos de montañas,
Silencio de cavernas.

Son víctimas de sus delirios.

Preñada lluvia de melancolía,
Esclavos indomables de versos,
Sagitarios de miradas,
Brasa viva en su propio incendio.

Luz fulminante
En el claroscuro,
Vasallos sumisos ante la tórrida lumbre.

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Los ángeles amantes

Fatuos de la noche,
Sierpe de lo desconocido,
Provisorio de emociones.

Los ángeles amantes,
Llegan justo a la hora
Exacta de la soledad.

La voz entrecortada del deseo
Y su órgano mudo de proezas,
Es un valiente guerrero
Dispersando al enemigo,
Enredándose hasta escuchar
La dulce melodía del vientre.

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Mi madre: ese ángel

Mi madre vino a la Tierra,
Con la esperanza
De romper lo malo y coser lo bueno,
Tijera y aguja en mano.

Su afán por matizar
Arcoiris y ternura,
Hizo un jardín de esperanzas
De donde brotaron tres espliegos,
Que a fuerza de arrullos,
Manos balsámicas,
Sortearon las travesías del pasado.

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Un ángel demoníaco

(A Claudia Hérodier)

Ella hace llover fuego del cielo
Y con madeja de nubes entrelaza los sonidos.

Esculpe la palabra con fragua y martillo,
En un ángel demoníaco que adora su libertad.

Bálsamo que florece en mayo,
Cáscara inexpugnable de las dudas,
Guarida de pájaros heridos,
Ciclón de cabellos largos
Señalada por índices acusadores.

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