¿Dónde está el Ángel
Que habitaba en mí?
Sonrisa inocente,
Escuálida delgadez,
Jugando sin censura
Entre sábanas y almohadas
A ser capitán.
Manos intentando
Tocar la torre de marfil,
Ombligo de la tierra,
Fuego de mi sangre.
¿Dónde está el Ángel
Que habitaba en mí?
Sonrisa inocente,
Escuálida delgadez,
Jugando sin censura
Entre sábanas y almohadas
A ser capitán.
Manos intentando
Tocar la torre de marfil,
Ombligo de la tierra,
Fuego de mi sangre.
(A Silvia Elena Regalado)
Misterio de piel,
Flor sin nombre,
Oruga de fuego,
Vértigo de voces.
Un ángel peinándose a oscuras,
Con ese punto de luz que habita
En silencio las miradas.
Las sábanas de sus alas
Y el galope lento de su amor,
No revelan secretos, ni caprichos.
Despacio cae la lluvia
Se confunde con las lágrimas.
¿Será la muerte que ronda?
¿El abrigo de la vida errónea que envuelve?
Una bruma densa y oscura
Borra los pensamientos.
Pasos perdidos se deslizan en las paredes.
Viven encadenados
A sus sueños,
Escuchando silbidos de montañas,
Silencio de cavernas.
Son víctimas de sus delirios.
Preñada lluvia de melancolía,
Esclavos indomables de versos,
Sagitarios de miradas,
Brasa viva en su propio incendio.
Luz fulminante
En el claroscuro,
Vasallos sumisos ante la tórrida lumbre.
Caricia,
Leve soplo,
Festín de pájaros
Que alborota al invierno,
Tierno lago que inunda mis placeres,
La ruta en que me pierdo al trópico,
Olas salvajes,
Que se niegan a estrellarse
En el acantilado,
Una jauría de fieras
Al acecho.
En la cumbre de mis ansiedades
Se va tejiendo un volcán de orugas.
Las telarañas inquietas
Se mecen en tu ausencia.
Y tu corazón de alas,
Ignora cuándo vendrás.
La soledad es un batir ardiente,
Que se arrastra en las madrugadas,
Manchando una alfombra
De lívidos pensamientos.
Fatuos de la noche,
Sierpe de lo desconocido,
Provisorio de emociones.
Los ángeles amantes,
Llegan justo a la hora
Exacta de la soledad.
La voz entrecortada del deseo
Y su órgano mudo de proezas,
Es un valiente guerrero
Dispersando al enemigo,
Enredándose hasta escuchar
La dulce melodía del vientre.
Mi madre vino a la Tierra,
Con la esperanza
De romper lo malo y coser lo bueno,
Tijera y aguja en mano.
Su afán por matizar
Arcoiris y ternura,
Hizo un jardín de esperanzas
De donde brotaron tres espliegos,
Que a fuerza de arrullos,
Manos balsámicas,
Sortearon las travesías del pasado.
(A Claudia Hérodier)
Ella hace llover fuego del cielo
Y con madeja de nubes entrelaza los sonidos.
Esculpe la palabra con fragua y martillo,
En un ángel demoníaco que adora su libertad.
Bálsamo que florece en mayo,
Cáscara inexpugnable de las dudas,
Guarida de pájaros heridos,
Ciclón de cabellos largos
Señalada por índices acusadores.