Incendiar los orígenes como se queman labios
Y rechazar la máscara que el día nos prepara,
He ahí la forma secreta de pasar por otoño
Sin perder la ebriedad de los culpados jardines.
Que nunca aquellos ojos a los que dimos
El reposo de las aves solitarias,
La lejanía clara de los ponientes
Se claven en los espejos de la tarde.
Como fuegos perdidos
Que buscasen al hombre,
Su cuerpo sin lluvias atravesando abril
Viven en los libros rotos de las fronteras.
Quién destejió banderas en el hastío
De las playas siendo agosto
Y contempló el mar sin escuchar el canto
Del marino apresado por las lunas del sur,
Maldito sea!,
Y en la hora futura de las amapolas,
En el alto mástil de las noches en nuestros corazones,
Sea maldito,
Y toda esa estación a la que pueda darse,
Y todos sus puertos.