Incógnitos ángeles
trizaban el agua insomne del miedo
en mis lentos ojos de niño
y trémulo buscaba la cabellera de mi madre
en el ángelus
cuando las sombras hinchaban el sonido de los árboles
y resbaladas luces muertas caían en la estancia
donde mi abuelo auscultaba el corazón antiguo de la Biblia
La tarde era en mis ojos un inmenso silencio
con pequeños elfos que temblaban en los vidrios
mirándome con desolada tristeza
El temor a la noche me invadía
y solitario buscaba el corazón en los ojos de mi madre
porque yo desde que fui un soplo
tuve miedo al misterio iluminado de la noche
y en mi cuarto temblaba al escuchar el viento en los ramajes
y hundía en la almohada la cabeza en congoja
porque creía que una mano
que unos ojos en las tinieblas me buscaban
y que un roce helante me besaba los labios
y me dejaba la piel húmeda de tristeza.
Poemas de Roberto Armijo
Vi
un ramito de violetas
brotó el llanto
Pensé en Darío agonizando en su Nicaragua natal
Pensé en todos los herederos de Cervantes
que no fueron laureados
ni amados
Lloré por Góngora loco
por Vallejo enfermo
por Gavidia anciano
Maestro
tu prosa
tu verso
me alivian
Nabucodonosor no fue perdurable
El fariseo de Carter lo será menos
Ven, mis ojos ansian tu silueta:
tus manantiales buscan mis venados
cómo a los vientos ávidas y veleta.
Mis latidos se vierten desolados.
Soy un acongojado peregrino
que se perdió buscando tus vallados.
Camino taciturno en mi camino.
Hondo desasosiego
en mi quimera es tu querer. El mundo
en tu piel es de fuego
y en tus ojos, profundo
por tí he sido y seré meditabundo.
Silencioso buscaba
tus pasos en el polvo, el agua, el viento;
y en el sueño te hallaba,
solamente.
El poeta extranjero camina en la ciudad extranjera
Mira el río las barcas los pájaros saltando en la nieve
En el vago espectáculo se sienta a ver la tarde
los vehículos que pasan las palomas que pasan
y fumando su cigarro se hunde en el invierno
-puñado de frío excitación de la piel tos necesaria
El poeta extranjero se levanta se cala el sombrero
tose otra vez
y se pierde en la noche extranjera.
Sólo son los ángeles
del vino que estrujan sus esponjas
y nos llevan a instantáneos laberintos
donde arden las lumbradas del vómito.
Sólo es el vacío,
lo inasible que nos besa los ojos
siluetas de ceniza que nos beben por instantes la tristeza.
Es lento mi sangrar, ¿Por lo que Hiciste?
Por qué las piedras de tus hondas dieron
en los flacos del alma y conmovieron
mi corazón, ¿Que en soledad Heriste?
Por qué a mis sueños sin querer viniste
en inefables olas que cubrieron
mi ansiedad de esperanzas que se fueron
en la pura amistad, ¿Que me Ofreciste?
Son cuatro inviernos de agonía hermana.
De amanecer el corazón abierto.
Quisiera ser, pero el futuro incierto
me ensombrece la senda del mañana.
Cuatro años de penumbra cotidiana.
De presentir vivir, viviendo muerto.
De abrir el corazón, sentirlo yerto,
sin escuchar su musical campana.