I. M. St. Mallarmé
Habría, a la salida del bosque, algún pensamiento virgen. Cierta
sonoridad de plata, o blancura, conseguida, a duras penas, con el
esfuerzo del cuerpo (de M. y los demás). Cierta pena, sobrevivencia
del alma, por el esfuerzo.
I. M. St. Mallarmé
Habría, a la salida del bosque, algún pensamiento virgen. Cierta
sonoridad de plata, o blancura, conseguida, a duras penas, con el
esfuerzo del cuerpo (de M. y los demás). Cierta pena, sobrevivencia
del alma, por el esfuerzo.
El tren va a partir.
Breve filosofía del tren: ad infinitum.
Mis manuscritos en las piernas.
El recital en Matanzas va a ser insulso.
Mi hijo (como aquella vez) recogerá jazmines para el té en
el patio donde el viejo poeta parecía un mujik elegante.
La enfermera se pasea como un pájaro devastado. Es pequeña, voraz
y su labio superior, en un esfuerzo esquizoconvexo y final, se ha
constituido en pico sucio. Por otra parte (muestra el médico con
paciencia): ‘esos ojitos de rata’. Tampoco el Director (de formación
brechtiana) deja de asombrarse: ‘Perturba la disciplina con sus si-
mulacros.