Sé perfectamente que todo está aquí. Como una suerte de pálpitos
que se le entrega a mi mano antes de las horas. Una condena que mece mis insomnios.
Nada ocurrió antes de las horas. Yo no llevaba barcos. Escribíamos hacia delante
cuando se nos cayeron las túnicas y permanecimos así, maquillados de rosa,
con la boca mojada y los pies abiertos, con el magnífico libro de las venturas agazapado
en la vulva.
Mucho dejarse la piel pero yo no quise aprender a llegar. Jardín exiguo, viento cerrado
de manos, infinita cuadrícula. Renuncio al lugar del aliento. Quiero aprender a salir.