Para que venga una lluvia pura sobre la miseria de no saberse nada,
pulsaremos los silencios hasta arrancar una uva demasiado violenta.
Poemas de Yolanda Castaño
Deja que se alargue esta inquietud del ahora.
Que tarde, que tarde tanto
la patria de este
movimiento de la servidumbre del pan.
Yo me acaramelaba encerrada en una urna
pero no enlazaba nunca la miseria de una carencia.
Desconcilio. Me desgarro la boca pero no hablo. Cientos de corredores, miles de corredores,
un corredor, otro corredor, los recorrí todos, todos los conozco. Mi cueva es de pizarra,
yo ya nada digo, espectáculo del conocimiento, religión de pizarra. Soy la ventrílocua, la que corre cantando por los corredores de plomo, con voz de pizarra.
Es una espiral que, en mí, produce vértigo. Pero acabo por serenarme;
gruta de la pureza.
Mi entrega a esta ebriedad franca. Que extendí una sábana de orfandades
sobre mi poema. Y no sirve comprender. Como en valses espectrales sobre piscinas
amnióticas.
Esta consciencia de ausencia y no hay regreso. No hay regreso. Pero resisto
al llamamiento de las tragedias. Desacredito de esa desfundación.
Para cuando el pálido manto de mi memoria se va cubriendo de esta piel que yo seré.
Estoy resbalando por una flor caliente. He estado siempre cansada. Este egoísmo voraz
que insiste en la miseria. Pulsa mi vigilia la única fortuna de los locos. La que no comprendió
nada pero lo sintió todo.
Y en las madrugadas hago panegíricos a esta yolanda mezquina, que sabe venderse
y conoce el final.
Domingo 14 de diciembre:
«Hablarte de mí. Contarte mi historia. Desde el principio. Todos mis sueños.
Y pensamientos. Cada proyecto. Cada sentido.»
(Todo espejo es un abismo.
Mira este lenguaje, esta materia activa que me construye, que me piensa y prolonga a tus pupilas.
Qué pensarán.
Yo toda grácil entre las garras de una negra criatura.
Litros de barbaridades con purpurina,
y mi tiempo se acomoda a tu mandíbula cómplice.
Yo canto para ti todas las posturas escotofílicas
y las vamos reproduciendo con la feroz inocencia del debutante,
frecuentamos los vulcanos y yo te hago de todo;
yo vestal con uve y tú bestal con be.
Sé perfectamente que todo está aquí. Como una suerte de pálpitos
que se le entrega a mi mano antes de las horas. Una condena que mece mis insomnios.
Nada ocurrió antes de las horas. Yo no llevaba barcos. Escribíamos hacia delante
cuando se nos cayeron las túnicas y permanecimos así, maquillados de rosa,
con la boca mojada y los pies abiertos, con el magnífico libro de las venturas agazapado
en la vulva.
Si hablase de ti no pronunciaría
las sílabas supremas
pero besas bien y me gusta estar contigo.
Mi verde con tu azul.
Delirio de ramas.
Mi verde con tu azul.
Me abstengo de pronunciar esas sílabas sublimes
pero me gusta cómo abrazas y tu pelo hace juego con mi vestido.
Todas las salvaguardas que nos merecemos.
Tu perfil confidente.
Como todo lo que te digo cuando no puedes oírme
y es tan dura la tarde, y tú tanto me faltas.
Nuestros dáctilos Par a par.
Sueños fértiles Par a par.
Un día más este ardor reclama mi desmemoria. Se crece con una raíz intacta.
Porque también mi cuerpo había renunciado a la certeza, abriré corredores fronterizos
a media luz, con fuerza de desandar, ojos abiertos. Entrégame
no reconocer.