Vemos la oscuridad cernerse lenta:
no la miden relojes.
Cuando besos y abrazos se repiten
desaparece el tiempo.
Es verano. Las hojas cuelgan quietas:
a mi espalda una estrella,
bajo un brazo sedeño un mar me dice
que ya no existe el tiempo.
Las hojas no midieron el verano
ni hacen falta relojes,
sólo tenemos lo que recordamos:
minutos que nos llenan la cabeza
como a esos reyes desafortunados
que el populacho acosa,
mientras, lentos, los árboles reflejan
sus copas en el charco.
Versión de Jesús Pardo