Junto al cementerio toca una banda municipal,
las efigies de sus músicos
labran una oración bajo la arena
y en sus notas se fugan los domingos.
Si lloviese, la cruz sería culpable.
Si pasara un murciélago
y se acercara el fin,
ninguno de nosotros hurgaría en sus ruinas.
Entonces, ¿por qué negar el testimonio
de esos seres que aplauden
como si tañeran la única certidumbre?
Has sentido de golpe cómo pasan las horas,
ya nada probará cuanto has vivido.
Desunes estos naipes en que lo cuentas todo
y aún te aguardarán,
antes de ser la arena donde tocan los músicos.