Llegaba el alborear. Sólo se oía,
dominando en el monte y la llanura,
cual la voz de un gigante que murmura,
el sordo ruido precursor del día.
Yo a Venus vi que en el espacio ardía,
bañando el cielo con su lumbre pura…
¡Rico fanal de espléndida hermosura!
¡Fanal alado que al zenit subía!
¡Ya viene el sol! Su lampo refulgente
pronto será la dotación más bella
con que engalane sus dominios Flora.
Van a abrirse las puertas de oriente…
¡Temblando de pudor la blanca estrella,
se rebuja en el manto de la aurora!