Soy una ladrona.
Robo
una chispa de tus ojos,
un roce apenas
o algún gesto de tu duende.
Huyo después.
El botín ruboriza
mis manos.
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Il bottino
Un ladro sono io.
Soy una ladrona.
Robo
una chispa de tus ojos,
un roce apenas
o algún gesto de tu duende.
Huyo después.
El botín ruboriza
mis manos.
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Il bottino
Un ladro sono io.
Un sillón de caña malaca
y el infierno,
filtrando su amenaza
entre el junco y los espacios.
Todo
sobre esa nube
en la que los sueños
hablaban de algo lejano
que hoy arde,
quema,
en los lugares
donde la vida de tan precisa
puede tocarse.
En aquella esquina de la Rue Duphot,
un soldado cae de una bolsa de papel
y acribilla a una bailarina.
El muchacho que cruza la calle, al verlos,
improvisa una mesa trabando unos cartones.
Saca de su bolsillo un lienzo blanco
y desparramando algo
lo vende a voces.
Vive las noches
estrujando entre las manos
el silencio umbroso de los solos.
Altera su vigilia la incógnita lejana
del rugir de la calle.
¿Son los mismos pobladores del día
los que tremolan?
¿O son los lémures crepitantes
de la noche?
En aquel cuarto
el impulso de su respiración
era la liga
de presencias extrañas.
Un negro desnudo
al que le volaron la mitad de la cabeza,
la hechicera tenebrosa
y aquella esfera de cristal
llena de tierra.
El escabro carcome
la lozanía del árbol.
Como esos días de roídos bordes
que duelen y profanan
los secretos rincones
donde se escuchan himnos
de dulzura
infinita.
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Profanazione
La scabbia rode
la gagliardia dell´albero.
La danza nace en el misterio
Algo allí desborda y crece crece
crece por todo el cuerpo, cantando un son
que puja que tiembla
que lucha por brotar en ritmo y movimiento.
Y es danza después.
Danza-risa del ser que se libera riendo,
dibujando con los pies su voluptuosidad.
Teja molida una plaza.
El muchacho hablando solo.
Cruje paso suela.
Cruje.
Allá verde verde.
Y en su pienso y digo
el azul.
El azul
siempre arriba
y en la plaza
el chico hablando solo
de lo que nadie dice nada.
Tiene una virtud,
son sus manos remotas.
Vuelve a veces buscando
la roca viva
refugio de finales
y el polvoriento violín
del que brotan
crisálidas perfectas.
Por el suelo,
en oscuro desorden,
las sombras,
móviles claroscuros
mixturan
las trizas detenidas
de una máscara.