Quizá perdí mi juventud, quizá
perdí Lloridas increíbles.
Quizá perdí otras cosas, pero tengo
la sal ardiente de tus labios.
Una infancia perdí, quizá un deseo
de una luz entre pinos y el mar puro.
Perdí el cielo del sur, pero ahora tengo
la sal y el fuego de tus labios.
Perdí aquel mar, y aquel afán eterno
de en él perderme y olvidarme.
Perdí más: a mi madre, pero tengo
la rosa oscura de tus labios.
Perdí hace tiempo aquel ocio andaluz,
puro y tranquilo como el aire.
Perdí la paz, pero ahora tengo
la gracia honda de tus labios.
De aquella primavera, de aquel ocio
sólo el recuerdo y el perfume quedan.
Estoy solo y herido, y sólo tengo
una luz que besar: la de tus labios.
Sí, perdí mi bahía, donde el tiempo
no parecía existir sino soñando.
Unos sueños perdí, pero te tengo
y contigo a tus labios
¿Perdí a Dios? Una noche sentí oscura
la soledad, la muerte entre los brazos.
Y helado el corazón. Mas luego tuve
la honda caricia de tus labios.
Ya no estaré más solo. Quiera el mundo
herir con frío o con puñal mi alma,
ya no estaré más solo porque tengo
la compañía de tus labios.