Tercer gesto de Ángel García Aller

A Araceli, desde la vida

Siento
tus raíces en el pecho, una evidencia
muy honda de que existes, la innegable
verdad con que me habitas
a la par que te tengo tan distante.
Tus raíces
en el pecho, acaso tronco, y en la piel
imborrable el tatuaje de aquel viento
que trajiste de tu mano a mis adiles
en el tiempo más yermo de tu tacto.
En el tiempo
en que apenas ignoraba cómo y cuándo
palparte por tus huecos, hasta dónde
llegaban los perfiles, las aristas
del amor que describías.
Y en el cuenco
de tus manos, en tus dedos,
el polen primero de mi ausencia,
un ansia vertical apuntalando
los andamios con que tapio esta esperanza
que las lluvias no derrumban, ni los años
que dejan su constancia en el recuerdo.
Lejano,
tu olor es de una tierra que penetro
y aparcelo en sus partes más pequeñas
para hacerte más extensa en posesiones,
para hacer de ti mi piel y, bien surcada,
cubrirte de amor en la intemperie.