Mi coño eleva el conocimiento que tú le has enseñado. La velocidad y el violento latido de una
horca.
Mi coño alimentado por una boca física tiene el
oficio azul de ser frágil y exacto.
Flexible y religioso, mi coño es la pirámide de un resplandor de oxígeno que se pone mis bragas.
Tiene quinientos años de elegancia y de músculos
batidero de sangre volada de partículas.
Fluye con tabaco, la cicuta y el whisky, tiene chispas de plata, monedas de cerveza.
Con tu estremecimiento causas en mí palabras que
dicen deserciones y dulces animales.
En tu lengua me dices cosas extraordinarias, se me llena la oreja del ardor de los fósforos.
Pasa todo a mi coño, se forman las arrugas, aprende, coronado cómo abrirse las venas.
Tan despierto y profundo como un túnel en llamas, llega al centro, al tugurio de un burdel que se mueve.
Es un párpado oliendo tu medida en centímetros, el aceite de un arma, con una bala de oro.
Extremaución del vértigo que crece en los amantes,
mi coño es un estado mental de luz y sombra.
Suda como una sábana. Palpita como un trago. Es
móvil terciopelo azul. Báilalo lento.
Por la muerte.
Jode la tristeza.