Mi alma tapiada jamás ha conocido
oscuridad tan íntima, paisaje deslumbrante,
como el punto ciego, del que brotan las visiones
en el corazón de la mirada crisólita…
la oscuridad mística que acaricia el trono de Dios
en un esplendor más allá de lo imaginable,
tan rápido y brillante.
Mas las muchas tinieblas retorcidas
que por la ciudad se despliegan,
sutilmente confusas, se cruzan y separan,
menguan y viscosamente fluyen;
tinieblas de lujuria y avaricia,
del cuerpo devastado y del corazón indecente…
yo conozco estas tinieblas.
Versión de J. Isaías Gómez López