Algunas piedras de un collar del dios (3)

Tu grupa blanca y ciega se remueve
Bajo la seriedad de las caricias
Tu inquieta grupa zalamera
Entrevero de fiebres y de fríos

Tu grupa de molicie inaplacada
Nudo vivaz y obtuso de tu cuerpo

En el coloquio a oscuras de las pieles
Le prestamos al mundo nuestra carne
Para que inscriba en ella sus musitaciones

Tu grupa sensitiva gesticula
Bucea perseguida y habitada
De una mudez que se debate en muecas

En su estertor no logra articular
La voz con que decirnos
Que es con nuestra mudez con la que calla

Tu tierna grupa inerme desfallece
Y una inaudible oscuridad del mundo
Viene a explayarse en su masa sin nombre

Pero también allí reconocemos
La inalcanzable voz que nos habita
La eternamente a punto de irrumpir en palabras
Que va dormida entre los brazos
De un despertar

Palpita entre los dos lo que nos funda
Entre las sombras somos una mirada en blanco
Para ver la ceguera que nos borra
Pues también son nuestras las caricias
Que no saben qué dicen

También nosotros el espasmo ignaro
Que no aprendió a reconocer su rostro
Somos también nosotros impensables
Los que allí estamos mudos de la voz de un dios

La voz huracanada que nos calla
En las palabras que nos dan la espalda
Vueltas a su sustancia intraspasable

Y en el beso que olvida nuestros ojos
Para mirarse en la piel de los labios.

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Antigua cortesana

(Cuadro de Ramón Gaya)

Es el sitio intocado de una lujuria antigua
Que tanto olvido ha vuelto finalmente sagrado
La mirada entra en puntas de pies y se santigua
Nada queda del viejo fragor decolorado
Por el santo silencio sino la mancha ambigua
Del tenue resplandor con que aún anaranjado
Ya sin deseos llama fielmente intemporal
Se consume el Deseo en un frágil fanal.

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Bandera

Mi tienda siempre fuera de los muros. Mi lengua aprendida
siempre en otro sitio. Mi bandera perpetuamente blanca. Mi
nostalgia vasta y caprichosa. Mi amor ingenuo y mi fidelidad
irónica. Mis manos graves y en ellas un incesante rumor de pen-
samientos.

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Canción del destino

Frío y beato el crepúsculo
Calla visiblemente

Habría que aprender de los encinos
Ese modo sencillo y concentrado
De estar magistralmente
En la mitad del aire pálido

Y atender con entera reverencia
A esta mudez e intensidad el tiempo
Que se hace ver solemne
Detenido en lo alto antes del salto

Todo el conmovedor egoísmo del mundo
Indiferente a su belleza
E incapaz de pactar
Que sólo fatalmente llama

Que sólo atándonos con el destino
Se deja amar.

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Cantata a solas (37-Cantado) Canción de otoño

Desperdigados pájaros ociosos
A pie por la lodosa hierba
En la que día gris
Deposita en silencio
Un leve sedimiento de luz turbia
Tan tenue dicha interminablemente
Ahora que no nos mira el mudo cielo
Y sólo ahora lo sabemos
Por un rato apeados del estruendo
A estirar nuestros miembros a aclarar los pulmones

En el ligero frío liso
Sin cenit y sin hora
En el lago de tiempo redimidos
Por un rato seguros de que un día
Ya curados por fin de esta torpeza
Para soltar los bultos
Que la avidez abraza
Empujando al deseo entristecido
Un día oscuro y frío
De tenue conmoción interminable
Bajo un cielo borroso de igualadas horas
Volveremos a casa

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Cantata a solas (38-Recitado)

Sal a la liza envidiosa condena
Me arrojo de cabeza sobre tus pretiles
Me precipito al fondo
Dejo caer todo mi peso inerme
En el desprestigiado pozo en ruinas
De la nostalgia de imposibles ojos
No renuncio ya a nada
Todo lo que ha sido mío es mío
Todas mis agobiantes trashumancias
Perdido de avidez y de no pertenencia
Todo el metódico descorazonamiento
Mi sorda espera mi hosca delicadeza
Y este amor asfixiante de la vida
Que me impide vivir
Nada de eso está muerto
La prohibición no mata desfigura
Con todo ello hablo
Todo vuelve a ser mío si me atrevo
a no tomar en serio sus disfraces
A mencionar su amor contradiciendo al miedo
Lo proclamo en voz alta
La vida siempre ha estado ahí
Festejando a ojos vista
Entregada a sus dramas sin ningún disimulo
Impúdica impecablemente
No menos bella e imborrable
Cuando no me hace caso
Siempre he seguido siendo su mirón
Espiando su belleza mal tapada
Sus abrazos con otros sus dones prodigados
Su emocionante tenebrosidad
Su risa inapropiable sus sofocos
Su gracias de inspirada ineducable
Fascinadora apasionada e inconstante
Puta adorada
Indomable hechicera
La incorruptible que jamás se deja
imponer juramentos
Siempre fui su voyeur cuando no fui su amante
No es verdad que jamás la perdiese de vista
Nunca estuve de veras del lado de sus jueces
Sé que está aquí muy cerca ahora mismo
Sólo una frágil lámina de hielo amenazado
Me separa del viento de sus alas
Confesaré a qué sabe su ausencia
Más que a la amarga náusea de su olvido
Sabe el asombro de que fuese mía
Cuesta creer que fuese yo aquel mismo
Que medía la anchura del presente
Con las claras zancadas animosas
De los descubridores de islas vírgenes
Yo aquel que tuvo siempre
Todas sus barcas sin amarras
El que lo esperó todo del deseo
El que jamás regateó una hora
A las ensoñaciones manirrotas
El soñador incorruptible
El santo niño iluminado

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Ciclo

Para qué
A quién le va importar
Ni siquiera a uno mismo
Y la espera de quién se colmaría
O contra quién alzarse
Para imponerse contra qué amenaza
Y la altivez de no cejar
A quien enorgullece
A quién sino al orgullomismo
Que vive de engañarnos
Y para qué el orgullo
O la humildad
O para qué la lucidez
Para qué saber esto
Y para qué el orgullo de callarlo
O para qué haber escrito estas líneas
Pero cómo podrías
Ahora ya
Desleerlas.

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Como el primer día

Como el primer día
de mi llegada aquí,
a veces la memoria se me pierde
y me encuentro yacente por el suelo
sin hueso ni contorno
ignorando qué vida de qué mundo
de qué recuerdo es ésta.

-Pero tú no me olvides,
dulce tierra sin rostro
cuyo recuerdo pierdo a cada instante,
cuyo sabor me escapa,
cuyos ojos de amor no reconozco.

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Dime mujer

Dime mujer dónde escondes tu misterio
mujer agua pesada volumen transparente
más secreta cuando más te desnudas
cuál es la fuerza de tu esplendor inerme
tu deslumbrante armadura de belleza
dime no puedo ya con tantas armas
mujer sentada acostada abandonada
enséñame el reposo el sueño y el olvido
enséñame la lentitud del tiempo
mujer tú que convives con tu ominosa carne
como junto a un animal bueno y tranquilo
mujer desnuda frente al hombre armado
quita de mi cabeza este casco de ira
cálmame cúrame tiéndeme sobre la fresca tierra
quítame este ropaje de fiebre que me asfixia
húndeme debilítame envenena mi perezosa sangre
mujer roca de la tribu desbandada
descíñeme estas mallas y cinturones de rigidez y miedo
con que me aterro y te aterro y nos separa
mujer oscura y húmeda pantano edénico
quiero tu ancha olorosa robusta sabiduría
quiero volver a la tierra y sus zumos nutricios
que corren por tu vientre y tus pechos y que riegan tu carne
quiero recuperar el peso y la rotundidad
quiero que me humedezcas me ablandes me afemines
para entender la feminidad la blandura húmeda del mundo
quiero apoyada la cabeza en tu regazo materno
traicionar al acerado ejército de los hombres
mujer cómplice única terrible hermana
dame la mano volvamos a inventar el mundo los dos solos
quiero no apartar nunca de ti los ojos
mujer estatua hecha de frutas paloma crecida
déjame siempre ver tu misteriosa presencia
tu mirada de ala y de seda y de lago negro
tu cuerpo tenebroso y radiante plasmado de una vez sin titubeos
tu cuerpo infinitamente más tuyo que para mí el mío
y que entregas de una vez sin titubeos sin guardar nada
tu cuerpo pleno y uno todo iluminado de generosidad
mujer mendiga pródiga puerto del loco Ulises
no me dejes olvidar nunca tu voz de ave memoriosa
tu palabra imantada que en tu interior pronuncias siempre desnuda
tu palabra certera de fulgurante ignorancia
la salvaje pureza de tu amor insensato
desvariado sin freno brutalizado enviciado
el gemido limpísimo de la ternura
la pensativa mirada de la prostitución
y la clara verdad cruda
del amor que sorbe y devora y se alimenta
el invisible zarpazo de la adivinación
la aceptación la comprensión la sabiduría sin caminos
la esponjosa maternidad terreno de raíces
mujer casa del doloroso vagabundo
dame a morder la fruta de la vida
la firme fruta de luz de tu cuerpo habitado
déjame recostar mi frente aciaga
en tu grave regazo de paraíso boscoso
desnúdame apacíguame cúrame de esta culpa ácida
de no ser siempre armado sino sólo yo mismo.

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Dos de mayo

2 de mayo

No pierdo nunca mi noción de amor
Sé todo el tiempo de qué lado queda
Del lado que mi rostro
Lleva la piel más encendida
El alma va segura con los ojos cerrados
A su manera ve
Como la piel del ciego
Informada
besada.

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El extranjero

No le toques los pechos Extranjero
A esta sombra con fiebre que esta noche
Anocheció tan hembra
Por los linderos de los residentes
Todo el verano es de ellos
Escúchalos dichosamente extraviados
Sin saber cómo hacer
Para entender bajo sus propias voces
Este lamento de la plenitud
Que tan claro se oye en tu silencio
Y tienes que vagar a solas
Por las quietas afueras de su fiesta
Y poner sólo ecos distantes
En tu ramo nocturno en la sombra cortado
Y bañarte tan solo en murmullos de espumas
No saben que su amo
Tiene en ti un siervo más
Que también el verano te devuelve un rato
Tu corazón con llaga
Nadie sabe aquí el nombre
De tu amor extranjero
Y tienes que alejarte al borde de la noche
A decirlo a sus muertos
Que duermen allá afuera y que piensan en ti
Tras sus pesados párpados cerrados.

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En las fuentes

Quién desteje el amor
Ése es quien me desteje
No es nadie
El amor se deshace solo
Como la trenza del río
destrenzada en el mar
No estoy de amor tejido
Estoy tejido de tejerlo

De sacar de mis íngrimos telares
Este despótico trabajo
Eternamente abandonando
el fleco que se aleja
A la disipación y su bostezo idiota
Y sólo escapo de su horror
Recogiéndome todo sin recelo
En el lugar donde nace la trama.

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Enigma en el camino

No puedo piensa el Nómada
Parar aquí llegado de tan lejos
Sabiendo que ni huella
Ni semilla
Ni herida mía alguna he de dejar
Sin buscarle los ojos a esta tierra
De mirada huidiza
Sin obligarla al menos
A que mueva los labios

Y así no cesa cada día
De escrutar sus guijarros
Su polvo su hosco viento su gran cielo
Hasta haberle arrancado unas palabras
Que ni comprende
Ni le exaltan
Pero que harán su carga más pesada
Y más grave su pie cuando se aleje

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Espesura

Me fui yendo
Adelantando un poco
Y otro poco
Pensando cada vez que era el último trecho
Que ahora ya volvería
Me fui alejando sin sentir
De donde estaban todos
No sé por qué ni adónde
Ni menos todavía para qué
Me fui yendo sin saber sin ganas
Lento inconstante bobo
Nada tenía que buscar allá
ni allá ni en sitio alguno (tal vez por eso)
Me fui viendo perdido
Incongruente en medio de lo extraño
Ya no se oía o se veía a nadie
Comprendí de repente que era ya inencontrable
Sollocé que el camino regresara
Pero el camino por el que he venido
No era como un camino
Era como una historia
No hay regreso
El rumbo que he perdido
No era el rumbo del mundo
Era el mundo

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Esta noche

La escala de este día me ha traído
A esta altura nocturna
Me ha exaltado a este trono emocionante
Sólo la sombra es diáfana
Sólo la noche se compara en altura a la noche
Sólo en el aire glacial de las cimas
Despliega del todo el pulmón sus ardorosas velas
Se han corrido los velos se han disuelto los muros
No hay fuerza que vencer ni con la cual vencer
Estoy en el espacio sin rasgarlo
Soy sin abrir las alas todo vuelo
En las estrellas miro las puntas de mis dedos
El silencio se escucha con mi oído
Estoy en lo alto de la torre más alta
Lo tengo todo a mis pies esta noche
Estoy listo
Esta noche podría suicidarme.

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Fin de jornada

Cae la tarde flotando en la tibieza
Como un gran trapo en unas aguas quietas

El mundo desvaría de fatiga
Hasta los niños saben que a esta hora
Nada ya que se haga o se diga o se piense
Dejará algún vestigio en ninguna memoria
Ni rastros en ninguna arena

La gente vuelve a sus rediles
Con ecos en sus voces de esquilas melancólicas
y tribales balidos

Hay que juntarse y recogerse
Hay que soltarlo todo de las manos
Y dejar allá lejos y a oscuras las tareas
Para que duerman solas
Con la vaga certeza conformista y leal
De que todo regresa con cada nuevo día
Sin ánimo bastante para que no nos baste
Siempre saber que volveremos
Aunque nunca por qué

Pero es que la fatiga misma
Que apaga las preguntas es también
Un modo que tenemos de saber en silencio
Que sólo quien no hubiera de regresar ya nunca
Preguntaría de verdad perdido
En la noche sin fuego ni esperanza.

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Leyes de la perspectiva (Canciones fugitivas, 5)

También el hombre que partió a un retorno
Que hizo con pulso firme el equipaje
Y tomó de la mano a su mirada
Para llevarla allá
A que beba de nuevo
Lo que ella y no ve que bebió un día

También ése retorna
Y si volver tiene aún la fuerza
De callar largamente
Ante la noche tácita y traslúcida
Y enseñarse con ella
A pensar en su propio corazón
Como en un horizonte remoto y taciturno
Que rumores distantes y hálitos invaden

Entonces verá acaso
En una prodigiosa ligereza del tiempo
La doble suspensión
De su doble antiquísimo extravío

Y limpiamente ahondarse
Como noche traslúcida
La pertinaz bizqera de su memoria turbia

Y cesar la agonía de aleteos
Que agitó desde siempre su mirada
En su estupor de ser la presa de una urdimbre
Y no el lúcido vuelo que la abarca

Nada habrá de curarlo
De haber caído en un doblez del mundo
Que lo sostuvo envuelto y sin alzarlo
Que sin darle la llave del centro lo acogía

Y si ninguna muerte cura de haber nacido
Ni ninguna pisada repetida
igualará un retorno a otro retorno
Lo que le enseña el intocable tiempo
Es a rendir por fin sus ojos
Como a un destino que hurta siempre su mirada
Al puro abismo de la transparencia
En cuyo seno la visión se trama.

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Luna de verano

En esta calle a oscuras que boquea amordazada
Bajo el negro sofoco
Sólo la luna y yo

Marcho hacia ella y retrocede
Me quedo quieto y se detiene
Atónita y curiosa

Tan blanca tan redonda tan grande tan de hielo
En la espesa engrura amroatada
No sería creíble fuera de este momento

Pero en este rincón confuso
Tan ardorosamente extraviado
Tan lejos ella y yo de todos y de todo
Naufragados de un mundo irrecordable
Espiando mutuamente nuestros cursos
No pensamos en eso.

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Masculino femenino

Mi ser gris te redime
De tu bella cadena de contrastes
Mi lenta fuerza gris
Mi fluido peso extenso

Tu vida que se atrasa
Cosechando tus huellas
Belleza cuesta arriba
Y teje para luego
Tu vida y yo cuchicheamos
Un escalón abajo de tus ritos

Soy la alegría de una luz de un gris
Mira de cuánto ocio te descargo
Yo digo aquí lo que te sobra
Para hacer más lugar en tu memoria
La hora desasida que te guardo
Es tuya cuando quieras

Con mi ser gris te envuelvo toda
Borro el tajo brillante donde de un lado y otro
Te opones a ti misma
Impregno el lado de tu noche
De la luz que nos ciega en tu otro polo.

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Nostalgia de un lenguaje

En toda área de paz danzaban las palabras
No había una figura viva
En las confusas zonas de mi historia
Que una vez no se hubiera revolcado
Con mi lenguaje de insaciable ardor.

Así iba yo poblado
Abrazado lamido mordisqueado untado
Por mil viejos amores indistanciablemente
Todos fieles y todos cálidamente vivos
Palpados bajo aquel manto sonoro
Tan sutilmente enumerado
Tan sutilmente enamorado
Que hacía mío todo lo de la vida mía
Que yo para vivir necesitaba.

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Onírico

Despierto:
con su anzuelo imantado
me pesca el día
desde el fondo de las corrientes
perdidas
donde estaba viviendo
(había un bosque submarino
mecido por oscuras marejadas
en su rincón más sombrío
había una gruta
en la gruta
había una mujer
en la mujer
había una gruta…)

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Oscuro designio

He visto los caminos sutiles de la noche
conducir las ciudades
hacia una forma apasionada,
fantástica, lejos de toda imparcialidad.
Y el ansia nos ha puesto arenas en los ojos
y hemos dicho ‘hay un sentido, hay un sentido’.
Pero acaso no buscábamos sino ser engañados,
porque el mundo no se conoce a sí mismo
y sutilmente la noche
nos conduce a su designio.

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Pechos

A veces, solo en la calma
de la alcoba, me estremece
la evocación. En la palma,
como entonces, me parece
sentir el trémulo peso
de tus pechos, que en el beso
me ofrecen, para que muerda,
todo el bulto de la vida.

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Ruego del navegante

Qué otro ruego ferviente
Sino el de contar siempre con la espera segura
De un lugar animoso de descarga y de tregua
No un bastión no un refugio
No otro domicilio
Que el designado en pleno aire mudable
Por el amor de la mirada
Tibio lugar de espera no porque nadie llame
No porque clame la impaciencia
Lugar de espera porque en él entramos
Con el rostro de paz del esperado
Como el barco acogido
Sin proclama en el puerto atareado
y contra un firme espacio
Atracando en el tiempo en movimiento
En una hora de escala
Hecha suelo de lentos desmbarcos
Y fondeadero azul de la memoria
Entre los pocos hace mucho acostumbrados
A conocer de lejos nuestras velas
Y a ver mecerse nuestro casco ocioso
En la pereza de esos muelles
Y sino el de volver a veces
A ese revuelco límpido de afanosa camada
Trayendo de muy lejos hasta su centro mismo
Alguna pura lumbre en la mirada
Que allá en su soledad
Ha sotendio a solas la de las sirenas.

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Salida a tiempo

Fluye también pero a su modo
Por un lecho obstinado
Como un tirar de cabra a un monte otro
Ese tiempo frenético en el que sostienes
Cuando algo en ti
que nunca habló tu lengua
Como en una caricia del dolor
se encoge
Al escuchar mi nombre
Que me dieron aquí para otra cosa.

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Ser de intemperie

¿Qué podrá evocar el Nómada que no sea desnudez y no esté a
la intemperie? La fuerza que ha abrazado es tener siempre sus casas
recorridas por el viento, su lecho siempre en alta mar, su corazón dis-
tante siempre entre lluvias y neblinas.

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Sólida roca

Ahora sí que estoy solo al fin contigo
Y sin ningún amor por ti
Vieja memoria jubilada
Solos en esta roca pacífica y difunta
De donde todo parte siempre
para siempre
Roca sin desembarco
Durable roca ciega a los destinos
Roca tibia del no pertenecer
A la distancia horriblemente vigilada
Por la sola mirada de la ausencia.

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Sótano

A esta inmovilidad de ojos atónitos
Y postrado lenguaje
Que me encadena a estar presente
En la ausencia de mí
A esta sombría suspensión
De mi latir difunto
le pregunto
Si he morir sin haberme lavado
De tanta sucia soledad errática
Y qué sol me podrá secar un día
De aquellas cavernosas aguas pútridas
Donde he chapoteado tanto
Mirando tiritar la vida
Desfigurada por la llaga obscena
Del amor omitido.

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Vientre

La pobre carne inocente,
dulce montón de tibieza
y ciega orfandad, se siente,
tras la elástica corteza
de la piel, cómo responde
al llamado. Porque esconde
en su entraña agradecida
de construida blandura
toda la rica hermosura
de un destino de vencida.

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Visita a un oratorio arcaico (I)

Colección reservada de sonetos votivos

I

Si te busco y te sueño y te persigo,
y deseo tu cuerpo de tal suerte
que tan sólo aborrezco ya la muerte
porque no me podré acostar contigo;

si tantos sueños lúbricos abrigo;
si ardiente, y sin pudor, sy en celo, fuerte
te quiero ver, dejándome morderte
el pecho, el muslo, el sensitivo ombligo;

si quiero que conmigo, enloquecida,
goces tanto que estés avergonzada,
no es sólo por codicia de tus prendas:

es para que conmigo, en esta vida,
compartas la impureza, y que manchada,
pero conmovedora, al fin me entiendas.

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Visita a un oratorio arcaico (II)

Colección reservada de sonetos votivos
II

¿Qué sabes tú, qué sabes tú apartada
injustamente en tu cruel pureza;
tú sin vicio, sin culpa, sin bajeza,
y sólo yo lascivo y sin coartada?

Rompe ya esa inocencia enmascarada,
no dejes que en mí solo el mal escueza;
que responda a la vez de mi flaqueza
y de que tú seas hembra y encarnada;

que tengas tetas para ser mordidas,
lengua que dar y nalgas para asidas
y un sexo que violar entre las piernas.

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Visita a un oratorio arcaico (III)

Colección reservada de sonetos votivos

III

Tus ojos que no vi nunca en la vida
turbarse de deseo, ni saciados
dormirse tras la entrega, ni extraviados
mientras tú gimes loca y sacudida;

tu oreja, dulce concha adormecida
que no alojó a mi lengua de obstinados
embates de molusco; tus negados,
cerrados labios de piedad prohibida

que hurtan tu lengua, rica pesca extrema,
ni fueron nunca abiertos la diadema
de coral húmeda y abrasadora

que por tu rey mi miembro coronase:
yo mismo en todo esto, hora tras hora,
mi muerte fundo y a mi mal doy base.

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Visita a un oratorio arcaico (IV)

Colección reservada de sonetos votivos

IV

¿Pero cómo decirte el más sagrado
de mis deseos, del que menos dudo;
cómo, si nunca nombre alguno pudo
decirlo sin mentira o sin pecado?

Este anhelo de ti feroz y honrado,
puro y fanático, amoroso y rudo,
¿cómo decírtelo sino desnudo,
y tú desnuda, y sobre ti tumbado,

y haciéndote gemir con quejas tiernas
hasta que el celo en ti también se yerga,
único idioma que jamás engaña;

y suavemente abriéndote las piernas
con la lengua de fuego de la verga
profundamente hablándote en la entraña?

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