Si no sabía pintar: jamás su mano,
mojando en los colores la paleta,
supo trazar, con fantasía inquieta,
los contornos de cuadro soberano.
Si no tenía inspiración; si en vano
fuera pedirle la intuición secreta
que tiene en sus delirios el poeta:
porque él no era un artista: era artesano.
Pero una vez, en su existencia obscura,
flechó su corazón una hermosura: –
Tomó el pincel y delineó su hechizo;
Para cantarla hizo vibrar la lira;
y desde aquel instante, no es mentira,
¡prodigio del amor! ¡artista se hizo!