El olorcillo a incienso, el rumor de los fieles
te rodea, te embebe, te eleva y te transfigura.
Torbellino de cirios y de místicas mieles
a mí también me arrastra y me sube a la altura.
Amor crepuscular, idilio sin mañana,
yo que empecé hecho un ángel, y, ¿habré perdido el cielo?
Los dos estamos sobre una misma ventana
y te miro entre el pico y el nudo de un pañuelo.