Esta mañana de metales mórbidos
la brisa duerme. El humo de las fábricas
inserta el horizonte
de inmensas rosas malvas deshojadas.
Pero mi corazón está tranquilo.
La noche le rindió sus apagadas
distancias, sus luceros
iluminaron besos y miradas.
Se levantan los ruidos. Resplandece
el sol de la ciudad.
La brisa duerme aún y malvas rosas
adornan las montañas.
No alzaré las cortinas. Ella duerme
y el recuerdo del sueño dura en mí.