En ruin lugarejo bien lejano,
Homobono los títeres movía,
y a un muñequillo con primor hacía
tejer piruetas y cantar. No en vano;
porque el público, en títeres profano,
entusiasta, frenético aplaudía;
y el alcalde creyendo brujería
tal cosa, dijo al titerero: ¡hermano,
posible es que ese mono que me encanta
baile y accione, mas cantar en tono
es un prodigio que en verdad espanta!
Humilde, entonces, respondió Homobono:
pero, señor, el mono no es quien canta,
es mi mujer quien canta por el mono.