Evidencia y muerte
en la eternidad que me niegan
tus armas de polvo,
tus caminos de humo.
He aquí el compromiso:
transar con el otoño vagabundo;
elegir el consentimiento del junco vencido;
asir la mano del alba cuando, temblorosa,
se anida en los muslos locos,
y amar la carne profunda en sus nieves
y torrentes.
¿Quién abre la flor sin nombre
de tus ojos?
¿Quién gime en tus senos sin reposo?
¿Quién habla, fuera de ti, sobre ti misma,
en sombra de deseo prolongadas,
sin freno ni medida,
aun insatisfechas?