Que el orbe se desboque,
que toquen a la puerta mis amigos,
que llueva ajenjo sobre los paños
de blanca estofa
y se tuerzan en la cazo los cereales,
que el ceño frunza, descontento,
mi marido
y me extrañe alguno que otro
en el teatro de Dionisios.
No desviaré mi paso:
en mis dos pechos mansos
serás el comensal.