Voces para una batalla (IX) de Javier Barreiro Cavestany

antes de que los mejores se embarcaran
mi madre ya se había perdido en los pliegues de un
sueño negro
bañando en la plata del espejo su cara desfigurada
con gritos y amenazas la vieron arrastrarse
entre una multitud azorada ante su ruina sordos

a su queja fulminante mirada indescifrable para mí
otros
dijeron que había sido ella la causa del gran viaje
y la culpa se instaló en mi pecho
los mejores…
fueron a matar a robar a destruir
para ser aclamados al regreso
con una cabeza enemiga en cada mano fueron
a degollar para el aplauso
aquí todos quieren aplaudir
romper en mil pedazos este silencio de piedra que
resiste
a las más grandes olas de la propia renuncia
y abandonarse extasiados a evocar batallas
combatidas sólo en algún suburbio de la
imaginación resurgirán
poblaciones exterminadas
como una discusión tediosa se prolonga
delatando una razón exhausta de ternura y
humildad
los mejores…
qué mentirosas hazañas traerán para narrar
rodeados de adolescentes deseosas de sus brazos
magullados
por proezas inexistentes audacias
que mis versos disfrazarán de innato coraje
para que puedan emborracharse junto al fuego
negado a mis sentidos
muertos para el brillo del iris
¡ah! qué música para mi corazón hambriento de
crimen y conquista
ese roce de cuerpos sudados
mugientes bajo la luna de verano
el puerto lleno de extranjeros
pagan
para profanar nuestro templo…
¿pero de qué templo hablo?
¿el de paredes derruidas por donde el sol se cuela
polvo suspendido en aliento de plegarias
obstinadas voces de ancianas sepultadas
por el boato atronador de las máquinas que surcan
sin pausa el firmamento?
¿o el de los jóvenes que yacen al pie de las
columnas

aturdidos por un filtro de muerte:
venganza de la siringa
crujido
ya no de cañas de flauta
sino de vidrios rotos y agujas clavándose en mis
sandalias cuando me dirijo
al viejo altar de los sacrificios?

ya no celebramos
ni el regreso de las estaciones
ni de los hombres el nacimiento
la muerte que nos espía a solas esperando
lo que no se ha de cumplir
los que todavía creen
en un dios lejano que no interfiere
en esta ausencia de plan que me hace a ratos feliz
ésos
no están aquí temblando rezando al trueno
buscan en otra parte o ríen bajo un árbol
yo soy viejo
no he buscado y me cuesta reír
mostrar mi boca sin dientes entonar el canto
mientras deambulo en palacios de ostentación
desoladora
recogiendo las migajas que arrojan a mis
estridencias
los profetas de la violencia y sus consortes
sé que no debo quejarme
aunque resulte penoso escuchar elogios
insultantes a mis espaldas cada vez más encorvadas
mi cara fija a tierra fingiendo seguir
una señal inalcanzable
en algún rincón apartado
musito el poema de amor que compongo año
tras año
dentro de mí
no es bello
m está hecho de palabras para decir aquí
porque no hay palabras
sino sonidos puros como cabellos enredando el
corazón
en un torrente de caricias y de ancas flotando
en un galope muerto sin adioses una canción
necesita otra voz para escucharse

otro pecho para latir
libre de costillas y de ansias respirar ahora
respirar
este largo último instante interminable
imposible terminar nadie
es verdad
a nadie puedo regalar esta melodía
si pudiese escribir
la enterraría en la playa lejos de mí