La rosa eterna

En la mañana vacía
vestida de su alborada;
en la tarde fenecía
cual la rosa de la nada.

Estaba abierta de día,
de noche estaba cerrada;
cantaba como gemía,
sentía cuanto lloraba,

La flor del mundo ignorada,
que sólo el alma adivina,
de su tallo se alejaba
a ser la rosa divina.

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Patética

Caída del éxtasis,
en el atardecer, entre pasiones e incendio,
música de silencio.

Tu frente se eleva como el fuego.

Se oyen los ríos, la corriente de la libertad y del paisaje.

La hoja independiente, la gota de agua,
iguales a un cosmos o poema.

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Tono último del alba

A una sola línea del sueño, del color que es su vida. El mundo de
mis manos se vuelve sutil en su cuello. Luego, se pierde el mundo.
Esto ya es el gozo, la media luna, el canto de primavera. De sus axi-
las veo emerger la estación, el verano.

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