Yo te sentí, paloma, en las mejillas
recién salidas del manzano alerta.
Tu cauto pico me encontró despierta
deletreando arenales y gramillas.
Jugaba un aire enano en mis rodillas
cuando tu anunciación pasó mi puerta.
Liviano amanecer, mi frente abierta
sufrió la voluntad de las semillas.
Turbada transparencia me dejaste.
Porque tu blanca miel labró mis huesos
y en limo y hojarasca me encerraste.
Vuélveme por los cármenes ilesos
a la escasez de lengua en que me hallaste,
en un grano de azahar los labios presos.