Abuelos (VIII) de José Antonio Cedrón

Más tarde nos pusieron en la fila del medio
y esperamos el turno en los pañuelos
(a los que no podían le arrimaron la cara).
Quise pensar su piel como una fruta
como el rostro de Ana temblándome en la espalda
y no un pueblo perdido que se iba
apretado en el frío de sus manos.