Amor sintiendo

Dónde están mis ganas de decir tu cuerpo
De hablar de tus olores… de tus fuegos
Dónde la necesidad de decirte amor: «te quiero»
Te quiero amor tan dentro.
Donde el contarte que me siento
hogar
Volcán,
ausol,
fuego de invierno
Con solo imaginar tus labios besándome los dedos
Mal digo imaginar…
si tantas beses…
Si tantas beses me has besado hasta el silencio.

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Injusticias

Lo injusto no son estas paredes,
tan asquerosamente limpias
de ventanas,
ni la blancura estridente
que las cubre.
No son los pocos barrotes
que adornan las cornisas,
ni este colchón sin resortes
ni sábanas.
Lo injusto es esta carne,
esta piel que me detiene,
esta espalda incapaz
de explotar en alas.

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Locura uno

Con esta locura de abatidas alas,
que se le contagia hasta a las nubes,
que anda rebotando de imagen en espejos,
que no conoce ancla,
que nunca llega a puerto.
Con esta locura
de duendes, de dragones, de luceros
de humo, de miradas
sin brida, sin mojón, sin freno,
converso con la aurora
cuando ambas somos fuego.

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Metamorfosis

Hay días en los que me despierto
convertida en agua:
Toda húmeda,
sin fondo,
habitada por luces,
tocándolo todo.
Días en los que me siento océano
bailando al compás del universo,
haciéndome remolino,
subiendo y bajando mis mareas…
Entonces se me antojan tus manos,
azules cuencos infinitos,
como único recipiente
capaz de contenerme…

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Mujeres

Yo he visto a una mujer nacer del agua
con el vientre cargado de promesas,
con el mundo retozando en sus espaldas.
He visto sus ojos que imaginan
un fruto cayendo de su cuerpo
rodando por veredas y caminos
creciendo con raíces arraigadas en su pecho.

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Solo

acompañado por los jades de la hierba
llora el ciruelo
su corazón roto.
Allá, donde nada crece,
donde la raíz es huérfana de todo,
llora el ciruelo
su corazón roto…
¡Cuanta lágrima de almíbar
en el fondo de la copa!

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Terminal de O.

El pequeño demonio,
encorvado,
flaco y harapiento,
con los ojos inyectados de thinner
y la mirada perdida
en laberintos únicos,
propios e irrepetibles.
El pequeño demonio,
andrajoso y repugnante,
salt?de su pedazo de infierno
en la acera
para aterrizar frente a un par de zapatos,
(Nike,
para más señas)
¡Que asco!

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Tu espalda

es la tabla de mi único
mandamiento,
la arena en que se hunden
mis manos saladas de deseo,
la tierra que espera
mis arados
y que le llueve a mi semilla.
El calendario de amor
en el que marco mis orgasmos,
la cartilla
en que aprendí a leerte,
mi único recuerdo en las mañanas,
mi más firme asidero del presente.

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