Y entonces regresaron
Las Cartas leídas por el atormentado joven poeta que fui,
El anhelante Corneta adolescente en la noche de la guerra,
Las páginas sobre quien dio alas a la piedra, temblor al
bronce,
Los Cuadernos que me producían angustia
Como la América de otro extraño hijo de Praga,
Las Elegías con el ángel terrible pero necesario de la
belleza,
Los Sonetos y en ellos una flor cuyo nombre tampoco él
sabía,
El Diario hecho a orillas del río en la mansión de Florencia
Donde más tarde yo iba a estar con una marquesa y unos
amigos.
Tantas horas, tantas imágenes, tanto viento de infancia,
Tanta penumbra iluminada, tantos lugares que antaño
fueron míos
En La Víbora lejana, mi total cercanía.
Registro viejos papeles amados y escojo estas rosas
Escritas por la mano absoluta del poeta.
Luego sería la rosa final, la de la espina.