Tus treinta años se fueron y los míos
son trescientos milenios a la vera del mundo,
junto al arco vencido de un puente que atraviesa
mi arquitectura inmersa en la penumbra.
Tus treinta años tenían la claridad del río,
la simetría del agua anegando las simas,
culminando los pozos.
Poemas de Ana María Rodríguez
El color de esta arena milenaria al sol
desafía la luz de los naranjos,
hace que nos sintamos
más cerca de los muertos saqueados,
de sus ritos.
El oeste es algo más que un punto en el espacio.
La rosa de los vientos no tiene sur,
el norte es sólo río para las falúas nubias.
Tráeme rosas robadas de algún jardín, cualquiera,
pero que sean robadas.
Me gusta lo furtivo, lo oculto, lo callado.
Dicen que hay en la luna un rostro que no vemos.
Tráeme de allí las rosas,
allí crecen sin miedo.
Es suyo el infinito.
Parémonos. Paremos un instante
y oigamos el silencio de la sirena.
Aquí han caído muchos caminantes.
Es un lugar sagrado y nos envuelve
el clamor de tanta muerte antigua.
Renovemos el pacto con la música,
la alianza universal con la Creadora
unívoca en sí misma,
principio y fin de la materia pura.
Ven conmigo, hermana que no se me parece.
En estas calles frías de Londres caminemos
un rato entre la niebla.
A nadie le preocupa si vamos o venimos,
si nos amamos o somos extranjeras,
y es hermoso saberlo. Las fachadas,
las gentes de la lluvia, no nos miran.
Dijiste:
vendré a mirarte con ojos arrancados al olvido,
pero nuevos, curada la ceguera,
recobrado ya el prisma de la luz
para contarte: equivoqué mi vida,
tomé la curva infiel del precipicio,
te abandoné en el llanto de los sauces.
Frutos redondos, dulces, doloridos,
caen al huerto que habitan las futuras palomas,
los enebros de mayo.
Frutos redondos que invitan al deleite.
Sal a cogerlos y bebe su lisura.
Reconoce el sabor que nos separa.
Dentro de las fronteras que nos cierran el paso
hay exilios tumbados sobre el ocre del aire
y de la lengua.
La gente que aparece en la película
no es gente sino impulsos electrónicos,
gnomos en las antenas sinuosas,
gárgolas monstruosas sin mirada.