Debemur morti, nos nostraque.
Horacio
La ostra,
este molusco ignorante, impasible,
este pez de boca cartilaginosa
que navega hacia la isla
y los austeros acantilados de basalto,
están sujetos a la muerte.
También el hombre y la mujer que en la playa
miran la estela del esquife.
Todo está predestinado al disgregarse,
todo cumple el ciclo de retornos
hacia el punto primero.
Acepta la ostra, ignorante,
su destino de valva vacía;
acepta el pez de superficie
ser bocado de petrel;
acepta el acantilado
su derrumbarse, su sumergirse.
Y el hombre aferra a su mujer,
mira a un punto lejano
y se consuela: Somos eternos.