Si os ha de valer a vos
el privilegio de esposa,
ya, Jerónima, sois diosa,
porque os desposáis con Dios.
Iguala Amor los amantes,
y él sólo es quien juntar sabe
con lazo fuerte y süave
los extremos más distantes.
Si os ha de valer a vos
el privilegio de esposa,
ya, Jerónima, sois diosa,
porque os desposáis con Dios.
Iguala Amor los amantes,
y él sólo es quien juntar sabe
con lazo fuerte y süave
los extremos más distantes.
Dido infeliz, no bien eres
dada a marido ninguno,
huyes, cuando muere el uno,
y cuando el otro huye, mueres.
1
Cuando una liebre me envías,
Gelia, me sueles decir:
«Mi Marcial, has de salir
hermoso estos siete días».
Si no te burlas, si das
crédito a tales antojos,
Gelia, liebre tú a mis ojos
no la comiste jamás.
Hombre, si esa unión divides
que se obró con astas fuertes,
por presto que la conciertes
habrá tardanzas y lides;
húyelas, y como Alcides,
siquiera una vez, temprano
forma un justo abrigo humano
que dure y guarde tus paces,
pues para este fin las haces
con el acero en la mano.
Hermosura perfecta no consiste
en dar diversas formas al cabello,
perlas a las orejas y oro al cuello,
ni en la ropa costosa que se viste.
Con traje rico o pobre, alegre o triste,
es uno mismo siempre un rostro bello;
que, en oro o plomo, siempre deja el sello
la forma que grabada en él asiste.
Volverse han muchos a labranzas toscas,
que fueron sus primeros ejercicios;
tratarán los magnates y patricios
en rubias mieses y vacadas hoscas.
Dejarán las culebras ya sus roscas
en que enlazaban huéspedes novicios;
andarán los casados en sus quicios,
pues le dejan en paz su miel las moscas.
«Dime, Padre común, pues eres justo,
¿por qué ha de permitir tu providencia,
que, arrastrando prisiones la inocencia,
suba la fraude a tribunal augusto?
»¿Quién da fuerzas al brazo, que robusto
hace a tus leyes firme resistencia,
y que el celo, que más la reverencia,
gima a los pies del vencedor injusto?
Filis, naturaleza
pide la ostentación y los olores
para sus nuevas flores
a la fértil verdad de tu belleza
y que en meses ajenos
pródigas abran su temor los senos.
De tu cerviz reciba
cándido lustre el de la rosa pura,
como animar procura
su carmesí en tu rostro la más viva;
den tus labios crueles
púrpura más soberbia a los claveles.
Gala, no alegues a Platón o alega
algo más corporal lo que alegares,
que esos cómplices tuyos son vulgares
y escuchan mal la sutileza griega.
Desnudo al sol y al látigo navega
más de un amante tuyo en ambos mares
que te sabe los íntimos lunares
y quizá es tan honrado que lo niega.
Si amada quieres ser, Lícoris, ama;
que quien desobligando lo pretende,
o las leyes de amor no comprehende,
o a la naturaleza misma infama.
Afectuoso el olmo a la vid llama,
con ansias de que el néctar le encomiende,
y ella lo abraza y sus racimos tiende
en la favorecida ajena rama.
Viéndose en un fiel cristal
ya antigua Lice, y que el arte
no hallaba en su rostro parte
sin estrago natural,
dijo: «Hermosura mortal,
pues que su origen lo fue,
aunque el mismo Amor le dé
sus flechas para rendir,
viva obligada a morir,
pero a envejecer, ¿por qué?»