A filo de la luz
siempre hacia adentro
debajo del torrente subterráneo
en el espejo cedido por la claridad
fundirse con los sueños
abandonar el día
y en el último latido
viajar perderlo todo
dejar hasta la sombra
mirar las playas sumergidas
las rocas certezas inauditas
a la orilla del mar que nos espera
y volver
con minerales tesoros en las manos
la mirada presa en los prodigios
a iluminar el aire del deseo
en la mañana abierta y nueva.
Poemas de Blanca Luz Pulido
Recuerdos de luz
en una gota de agua
en la mirada que atesora
la brevedad y la frescura
que derrama mínima
en el día
El día
que repite sus dones intocados
en las miradas jóvenes del agua
Canta el agua y su voz es una plegaria
que repite clara y cercana una pregunta
Una pregunta que dejamos olvidada
esperando la llegada de la lluvia
Oculta en su prisión de sombras,
labra la luz
su sueño
de constancia en los cristales.
I
El granate
es un ejercicio de sangre derramada
en el profundo mármol
de tu cuello
El granate y su memoria de opulencia
son, en la enramada de tus venas,
la herida luminosa de la tierra
que se mira surgir,
de nuevo líquida,
en tu pecho.
Vivo sin mí, inmóvil,
ausente de mi cárcel de palabras,
sin la forma precisa para el canto
en este día sin tregua y sin resquicios;
cuando celoso de sí mismo el aire
no se desata en viento,
cuando nada me entrega su sentido
y no encuentran camino hacia mis ojos
ni el cielo ni los nombres de la tierra,
porque yacen serenos y completos
y en su ser se alimentan y se engendran.
En cuál de mis acordes
he de empezar la fragua de tu nombre,
del canto que apenas comenzado
se olvida de su origen y sorprende
su propio ser en las evoluciones
de una pasión en perfectas notaciones.
Cómo he de ser testigo de tu paso
si apareces apenas en el aire
tu milagro tenaz y sucesivo
y al darte toda al fin desapareces
perdiéndote en el tiempo que te vierte.
La noche inmemorial, pródiga noche
de los pactos oscuros, innombrables,
de las siniestras, ocultas voluntades
que a la mención del día empalidecen;
la noche feraz, la noche cómplice
que despliega su sombra como un manto
sigiloso y ambiguo, torva noche
agazapada en las márgenes del día
anticipando su reino silencioso:
pero la noche débil, turbia espera,
aire que corre en el país de nadie,
tierra del eco, junta de fantasmas:
cántaro negro que en la luz se rompe.
Acariciando lenta su reposo,
la mirada se abre en el paisaje
creado por la suma de los tonos
que se miran y no se reconocen.
Recoge el espesor de cada nube
y la frágil sombra
levemente instalada por su paso.
Nada en el mundo te alcanza todavía:
son tus labios de sombra,
y tu voz un fantasma.
Has surgido a la luz para mis ojos,
y te aumenta mi sangre,
y te encumbran mis venas.
Ya sin saberlo te acercas a tu forma,
y encenderás la llama
en la incesante noche que te espera.
Puntual como la lluvia es el silencio
con que tus ojos observan mis recuerdos.
Nada puedo decir, nada es ya mío
de las antiguas costumbres que los días
dilapidaron sin ti en algún pasado.
Eres el tiempo del trigo y la vendimia,
eres el verde y el oro del verano.
Soñé que me soñabas,
que tu voz como estela de naufragios
amanecía en mi aliento.
Que era mío el silencio
de cada madrugada cómplice
en tus párpados cerrados,
el secreto
que rindes a tu almohada,
el pensamiento
que traicionas en mis brazos.