En caballos de noche
la sombra del mar
abandona su lecho.
Va hacia el desierto de sal,
ojos brillantes,
caudal de risa en cascada,
manos llenas de hojas
como árbol de lluvia.
Corre,
se precipita
sobre las formaciones
del cerebro terrestre.
Poemas de Clara Janés
Vimos el cometa
que pasa cada seis mil años.
Las palabras despertaron.
Los oídos se embriagaron
con su clamor sigiloso.
Los ojos fueron cautivos
de su incesante manar,
que entretegía coronas en el aire
con las hebras del misterio.
Se arranca el perro asirio de las sombras
y, a su primer aullido,
luna y estrellas hacia el sueño ascienden
mientras el sol,
aún desde su negra efigie,
inicia el gesto.
Tu viaje nocturno es ya metáfora.
Se pone en pie
la salvaje frescura de la aurora.
Llegarán los almendros en flor a tu ventana
huídos de mi pensamiento,
y el temblor del olivo
que se estremece al paso de la noche.
Pero yo, cada vez más perdida en tus palabras,
no tendré fuerza para llegar hasta tu puerta,
me quedaré vagando por las calles,
desgranando temores por la tierra de Kampa,
dialogando confusa con el aire,
bailando cortesmente con el río la danza de la muerte,
con delicados arabesques
y oscuras reverencias.
El ojo de la noche
descubre el pálido abandono
y absorbe hasta el negro su blancura.
He aquí un espejo vacío
que alcanza
la otra cara del vacío.
He aquí una apertura sin fin
y sin confín.
¡Mira como el amante huido
se borra para sí
y es una gota de dolor
que el veneno
alimenta de vana blandura!
Te brillaban dos lágrimas
por fin nos despedimos
sin poder compartir el aluvión de noche
pero tú me sabías
rompiéndome en aceras
recorriendo senderos sin gravedad deshechos
alejándome progresivamente
por el vasto universo de veloces esferas
desde aquel chorro negro en cuyo centro
el yo
se quedaba en la ráfaga
el punto
donde nada ni nadie
sólo el deseo con su vientre de lava
la muerte por los brazos cargando pesadez
cargando frío
dejándolos colgar desasiéndose aplastándose
la cabeza también como un cometa dormido rodando
a miles de kilómetros ya la vez
en tus pupilas húmedas
brillantes como estrellas en el agua de la noche
de esa noche
cuando abierto y desnudo el corazón
como las rosas que desnudan su cráter
y el cuerpo les da vueltas
como fuego en racimos
devorador de órbitas elípticas que ensanchan el espacio infinito
dejaba sólo sólo sólo
ese punto
lejano y arraigado
negro insaciable pozo de tortura y destello
que reclama violento
más viento entre los sauces que lloran
más delirio en las cascadas irisadas
más cobijo en las manos de la lluvia
más temblor en el beso de la tierra
y agónico
encuentra nada más el pánico
de miembros desarmados
y se entrega fieramente
al sueño extraño
en la ebriedad y veneno
de un instante de amor
propio
inasible
incomprensible
inexpresable
intransmisible
incomunicable
incompartible
a penas
un ahogo
perecer
y todo
en tu pupila
impregnada de infancia.
Capaz de reverbero
el vacío musita
e incisiva se inicia la vibración
como grieta en la nada.
En su alear asciende,
para a la llama, el verbo,
y fluye virginal lo tangible.
Oh forma que detiene sucesiones
mas incesante mana.
Nunca sabré de ti,
y eso lo supe
desde el primer encuentro.
Esta certeza tiene tanta fuerza
que es
como si tuviera noticias tuyas
a cada momento.
El banquete que os propongo es para el día de mi muerte
y responde al amor que yo siento y deseo:
pido que se me coma,
que mi ser en no ser no se mude
sino en puro alimento;
comunión caníbal suplico,
génesis en el otro.
En el umbral oscuro la copa destelló
y en mi mirada se adentró
la filigrana de la plata.
Bebe ,dijo su portador:
Y bebí sus ojos en el vino.
Y bebí el vino en sus labios.
Y él bebió sus labios en los míos.
Esperaré paciente,
acechando, como un perro, el momento.
O me iré por la selva de tus versos
abriéndome camino lentamente
por ocultos senderos,
por pequeños resquicios
que has dejado entreabiertos.
Estuve con un joven
y supe al fin lo que era
el violento arrebato, la agilidad vibrátil,
cavidades melosas en la carnosa pulpa
suavemente entreabierta
hasta el linde dehiscente,
el perfecto engranaje,
la densidad precisa de jugos derramados,
la inclinación debida,
la posición exacta,
y la sabiduría del mutismo,
la belleza de un glande.
La mano en el saúco del leteo,
la sombra sigue insomne
de otra mano,
una mano que nombra,
que desbroza el camino,
que pasa a limpio
los nombres de las cosas.
Pero el rostro,
que nunca fue,
que no hallará reflejo
en unos ojos
fielmente vueltos ya
para siempre hacia sí mismos,
estalla por encima de los pasos
y deja que la aurora
con el sol lo arrebate y arrastre
por la terrible orilla de los tiempos.
Fue al alba,
perdona por la hora.
Tus párpados del sueño callaban
debajo de mi almohada
y al irrumpir la luz primera
se dibujó en el blanco
tu entrecejo fruncido
y tu voz murmuró unas palabras.
En el candil
dejaste un gesto de fatiga
y luego
tu mirada me llamó
desde las rosas.
¡Era una chica tan alegre!
En clase se reía sin parar.
Se equivocaba siempre en las declinaciones
y sin embargo podía hablar de todo
e incluso pronunciaba bien la r .
Ella me hizo leer a Nezval ya Jiri Orten
como quien no hace nada,
como si se tratara tan sólo de un azar.
Herido el árbol,
su fragancia me cubre,
¡oh amable delirar
mientras giran los astros!
Una llama seduce
el humo de los sueños que me acunan.
Vela mi corazón aunque yo duerma.
Mueren las rosas
a pesar de la lluvia.
Mi corazón doliente
poco alimento
puede cederles ya.
Dame la mano.
Tu agonía
en la mía
logrará ser más fuerte
que el agosto
y teñir con su sangre
ese desesperado
último aliento,
cerrar el grito
que nos lanzan
desde el color marchito
que casi envuelto en oro
amenaza irremediablemente sus corolas.
Isla del suicidio
en apariencia muda,
arranca la sonrisa
de tu cara.
Muestra la ambigüedad
de tus aromas,
de tus viejas
cuyos ojos vuelven la espalda,
de tus hermosos jóvenes con la mueca drogada.
En tu silencio, isla,
hablas y hablas,
pero no se limita la opción
a tu propuesta
entre el pasado la nada o la distancia
No,
no se puede salir, dice Holan,
por puertas
que en las paredes
están
sólo
pintadas.
Los latidos estallan en mis labios
que ya apenas murmuran:
come, death, and wellcome!
Sobre el ansia desértica
de tu carne de agraz arboladura
la luna se desmaya
cubriendo de pudor
descuartizados miembros,
que en la sangre recogen
el aullido cortante,
los amorosos restos de mi cuerpo.
Me dejaré morir en tu silencio,
que de noche me diste de comer
los frutos del cerezo
en tu alcoba de sombras
sangrantes de perfume
y nada más deseo.
Me dejaré morir en tu silencio.
Me he despertado de pronto,
tú me estabas gritando enfurecido
destrozabas la noche,
rompías en pedazos la materia.
He comprendido entonces
tu obsesión
por las manos manchadas de sangre
También yo mataría,
incluso a ti:
me haces soñar sin tregua,
no me dejas dormir.
Soy hermosa y mi piel es suave
y el viento del mar me devuelve rocío
de tiernas tersuras.
Mi cabello perfumo y adorno de áurea madreselva
y mi pecho es redondo y casi virginal.
Tuve un amante que ensalzó mis caderas
y mi forma de amar intensa y silenciosa.
A veces el poema es el objeto o don
y con más evidencia
pone de manifiesto ese propósito:
dar luz a una palabra
sin quitarle su magia
o ser depositario
de una visión o de un sentir
que toma cuerpo
en sílabas contadas.
Me has acorralado
y con odio agarrado mis solapas,
me has empujado hacia un rincón
y me has golpeado
hasta dejar tinto de sangre
el aire mismo,
y así y todo,
he aquí que todavía me levanto
y mirándote te digo:
ahora mismo,
en este momento lo decido,
haré donación de mis ojos
aunque tenga que llevarlos
mi asesino.
¿Oyes esa música
que cruza como luz la oscuridad
mientras la oscuridad gira
y yo con ella?
¡Con qué fuerza
se abre paso
y llega incluso
a mi lugar más remoto
cercado también de sombras!
Pero el latido
que brota allí
nadie lo oye.
Paso a paso
Desconfía de aquellos
que no han considerado nunca
el suicidio.
Van haciendo paso a paso el camino,
cegándose al abismo que siempre acosa al hombre
Entran en la matemática rueda
de la materia.
Se hacen invulnerables a la desesperación.
Prisionera de un pánico invencible,
y aunque sé de la inutilidad de todo sueño,
desde esa cárcel torturante que es la vida,
pido la autonomía total del hombre
y el derecho a no justificar para nada
su existencia.
Revuelta con el viento
mi alma has arrastrado
hasta la orilla de tu alma.
Mas mi cabeza
anclada en ese cuerpo
se revela contra la distancia
y poseída asedia tu aislamiento.
Te busca fieramente en tus palabras
con los ojos heridos
en medio de un incendio.
Ya se acercan las manos,
innumerables manos,
negras manos,
a cegarme los ojos,
a detener mis piernas,
a secarme las venas,
a posarse insistentes
a lo largo del cuerpo
y dejarlo sumido en lo negro.
Harán saltar la lengua,
los dientes,
corazón y riñones,
intestino y cerebro…
Amiga de la entraña, tan lejana,
acércate un momento
y con tus juegos
distrae esta terrible oscuridad.