Cuando voy por las calles, solitaria y ausente,
voy pensando en tu cuerpo.
Te llevo entrelazado por todas las cinturas
que acometo desiertas.
Tú estás en las aceras,
en las piedras del suelo,
en esos soportales que aúllan tus abrazos,
en la melancolía de mujeres sin rumbo
que perdieron el grito y la memoria nuestra.
Y yo sé que eres mío
por encima de ritos y vagas ceremonias.
Lo sé porque te amo y tú me lo has oído.
Y yo sé que te amo
porque mis brazos duelen al recordar los tuyos
y el espacio que ocupo se vuelve oscuro y frío
cuando escondes tus ojos por detrás de los míos,
y una vez que me has visto crecer y duplicarme
me hieres y abandonas delante de las otras.