Llamaron a mi puerta, y por temor a las sombras
y a los lobos hambrientos no respondí. Fue el hu-
racán, el amor o la muerte? ¡Quién sabe! ¡Tal vez!
Más tarde tuve encendida mi lumbre y servido mi
vino. Nadie llamó.
Poemas de Emma Posada
Alma de duende en cuerpo de sombra. Enjoyada la cabeza,
el espinazo interrogante, el paso de seda.
Las campanas desbordan sus doce vinos. Luna en los
tejados. Brisa en las ramas deshojantes. La pedrería
de los ojos del gato se abrillanta.
En los telares eternos, las brujas tejen fantasmas
para estas noches de invierno. La geometría gris
de la tristeza descuelga un arco trágico sobre el
lomo del tiempo.
Madre Miseria ríe, piruetea y danza en el circo
de las desgracias; en las callejuelas mendigas,
los perros hambrientos aúllan, aúllan hasta hacer
rodar sobre las sombras los aros fríos del silen-
cio…
Luna medio apagada, lluvia fina y nerviosa.